Las noches electorales de los comicios municipales son emocionantes para cualquier persona a la que le apasione la política, máxime cuando su nombre aparece en una candidatura. En mi caso, la pasé en el estudio de radio de este grupo de comunicación, en el transcurso de un programa especial desde el que íbamos conociendo los primeros resultados electorales. Precisamente fue allí donde me enteré de que nuestra lista había recibido el apoyo mayoritario de los alcorisanos.

No se puede describir la emoción- y responsabilidad- que se siente al comprobar que tus vecinos han depositado su confianza en un proyecto al que has dedicado tantas horas de trabajo. Ante tal arrebato de euforia, una de las personas que me acompañaba esa noche me dio un consejo que he recordado en numerosas ocasiones desde entonces: «Nunca olvides que el tiempo en política es pasajero, ha habido muchos antes que tú, y habrá otros muchos después de ti. No te creas imprescindible, aprovecha el tiempo y no dejes que el poder se te suba a la cabeza».

Lo cierto es que cuando nos presentamos a unas elecciones lo hacemos cargados de buenos propósitos: que nuestro pueblo esté más limpio, que los jóvenes tengan más oportunidades laborales, que haya una mayor oferta cultural… En resumidas cuentas, que nuestro pueblo sea un lugar mejor que cuando empezamos la legislatura. Pero lo cierto es que, una vez te haces con el poder, sobre todo si llevas muchos años gobernando, es muy difícil mantener la cabeza fría y ser capaz de diferenciar en todo momento los intereses particulares del interés general.

Esta confusión de intereses es lo único que puede explicar, al menos a una persona ajena a los conflictos internos, la guerra encarnizada que se está librando estos días en las filas del Partido Aragonés. Y es que, en un contexto tan complicado como el actual, en el que todos los partidos políticos hemos sido capaces de dejar a un lado nuestros intereses partidistas por el bien común, cuesta comprender la falta de capacidad de entendimiento dentro de los miembros de un mismo partido.

No les voy a engañar, siempre he sido una persona muy crítica con la forma de actuar del PAR, especialmente con el viraje hacia la extrema izquierda que ha experimentado en los últimos años, y que le ha llevado a negarse a negociar con el Partido Popular en todas las instituciones, incluso en aquellas donde habían gobernado conjuntamente hasta ese momento como, por ejemplo, en la Diputación Provincial de Teruel.

Pero considero que es justo reconocer el papel fundamental que ha desempeñado este partido en la estabilidad institucional de nuestra Comunidad. Una estabilidad que, a día de hoy, se ve condicionada por una lucha de intereses particulares entre unos y otros con la que todos perdemos.

Aragón necesita un PAR fuerte y unido. Un PAR que deje a un lado sus riñas internas y vuelva a ser el partido que abanderó la defensa de derechos que nos hicieron ser referentes, como la Ley de la custodia compartida preferente o la defensa de la eliminación del injusto Impuesto de Sucesiones y Donaciones que no ha hecho más que aumentar en las últimas legislaturas. Derechos, por cierto, que fueron defendidos unánimemente por los mismos que ahora están enfrentados.

Sé que no soy quien para dar consejos a nadie, pero me limitaré a recordar el consejo que una persona mucho más sabia que yo me dio aquella noche electoral, aprovechemos el tiempo que estemos gobernando para mejorar nuestra sociedad, antepongamos el interés general a nuestros intereses particulares y saquemos las rencillas internas de las instituciones, los ciudadanos nos lo agradecerán.

Silvia Casas Foz. Analista política y concejal de Alcorisa PP