Queridos bajoaragoneses: Una columna para esta fecha no podía tratar de otro tema. Mañana es Nochebuena y pasado Navidad… Las ciudades nos han robado un poco el espíritu navideño que lucía de forma especial en el mundo rural. La lumbre, el puchero, la mesa y la sobremesa se prolongaban casi toda una noche. Quizá nieve por fuera, pero mucho calor dentro. Diálogos interminables, proyectos futuros, recuerdos y recuerdos. Decía Dickens que los recuerdos y las velas brillaban más en la Navidad.
Decidme que soy mayor y estáis en lo cierto. Decidme que soy un sentimental lo cual agradezco. Decidme que amo el mundo rural y acertáis. El amontonamiento de la población en las grandes urbes no ha podido cambiar los aires rurales de la celebración de la Navidad. Ha hecho más importante la algarabía de la fiesta en la calle que el sosiego de la casa compartida sin prisa, pero todavía hay un algo que hace diferentes unas fechas siempre iguales.

Ni reniego de la gran ciudad, ni de los importantes cambios en la convivencia que se han producido y se están produciendo día a día. Mañana, podremos vivir una sensación de presencia estando a miles de kilómetros. Podremos celebrar la cena de Navidad todos juntos y revueltos aun estando muy distantes. Seremos teletransportados a donde esté el turrón. Cantaremos a coro en tiempo real sonriendo felizmente, y podremos mandar los niños a la cama en Patagonia con un clic, mientras los mayores brindamos por un mundo mejor, con cava aragonés, y sobre todo con paz, igualdad, respeto y solidaridad. Pero el regusto del pueblo no está en la ciudad. En estas fechas estamos sometidos a la dictadura, entre otras, del turrón, del bogavante y del mi cuit, aunque el uno engorde, el otro no sea fresco y el foie sea anti-animalista, pero en Navidad se olvidan rencores, se cruzan cariños, se piden perdones y hasta la lotería nos une. Estamos más unidos, sin necesidad de que nadie lo decrete (de momento). Lamentablemente el consumismo va a campar a sus anchas. Me deja frío, como si fuera invierno/infierno, el pensar en lo que se va a malgastar en estas fechas olvidando la sostenibilidad y la economía circular.

Queridos, deseo para todos que la Navidad no sea una venda que nos impida ver la realidad, y siempre confío en la gente de los pueblos donde conviven mejor los sentimientos con los argumentos y el sentido común domina envuelto en cordialidad… Sobre todo, en Navidad.

Miguel Caballú. Cartas a Abel