A veces los que habitamos estas nobles tierras del Bajo Aragón histórico tenemos la tendencia de pensar, que vivimos ajenos a algunos de los problemas que presenta la vida real, yo al menos así lo confieso. Pero por desgracia a fuerza de ejemplos, nos damos cuenta de que no, que los problemas que tantas veces hemos visto por televisión, los tenemos en la puerta de casa.

Lo estamos viendo con los sucesos acontecidos en Caspe. Primero de todo, debemos dejar claro que en un estado de derecho la presunción de inocencia es la mayor garantía del funcionamiento correcto del sistema, pero no podemos obviar macabros y criminales detalles que se han ido conociendo.

Estremece el saber cómo mujeres eran captadas, engañadas y hasta obligadas a realizarse operaciones de cirugía estética. Recuerdo que alguna vez he nombrado la actual Libia como ejemplo de los grados de deshumanización a los que se llega cuando la única autoridad presente, es la del mal, pero al final aquí mismo en la puerta de casa, tenemos un caso de trata de personas o como yo prefiero llamarlo trata de muerte.

Ya hemos padecido el azote de criminales como Igor el Ruso, también hemos visto un informe de la ONU sobre los temporeros de Huelva, al que yo me atrevo a añadir que también se podrían dar un paseo por los Caspe, Chiprana o Fraga, para que vean que lo que vieron en Huelva no es una excepción y que, por desgracia, las condiciones infrahumanas no son ni mucho menos un mal erradicado en España.

Y ahora un caso de este tipo, un caso que nos debe abochornar a todos como sociedad, pues buena parte de los clientes de estas muchachas, hacen parte de nuestros vecindarios y pueblos, triste pero real, no miremos a otro lado.

Y no se debe estigmatizar, pero tengo la sensación, creo que como yo otros muchos, que ya va siendo hora de que algún ente, propio o ajeno, vaya revisando cosas que están sucediendo especialmente en la zona de Caspe y alrededores, pueblo con una historia que nos llena de orgullo y seguro que con una amplia mayoría de vecinos que solo pretenden hacer su vida, pero que en los últimos años, parece haberse convertido en un epicentro de malas noticias y cuando algo así ocurre sucesivamente, cabe preguntarse que no es fruto de la casualidad y que se encadenan muchos factores que están creando predisposición, para que ocurran según qué tipo de cosas.
Hay que mantener la guardia en alto, para entre todos garantizar que estas cosas no nos resulten ajenas, pues como he señalado al principio a veces parece que hemos vivido en una burbuja, pero no, el mal, también hace acto de presencia entre nosotros. Un dato atroz, es que, de las denuncias por malos tratos, tan pocas sean por parte de terceros, debemos todos dentro de nuestras posibilidades, crear una sociedad más implicada y que no mire para el otro lado o lo lamentaremos.

Víctor Puch