Tenemos el Hospital de Alcañiz a reventar. Es pequeño, está infradotado y vergonzosamente carente de personal. Quienes trabajan aquí no dan abasto. El coronavirus ha sacado las peores vergüenzas a una situación inadmisible desde hace años y apurado las urgencias para la llegada de un nuevo centro que ni siquiera se ha licitado tras un interminable periplo de incumplimientos flagrantes. Solo contamos con una ambulancia covid para toda la provincia. En Alcañiz no hay ni UCI y la gravedad de los traslados sanitarios que se deben realizar por el covid es tremenda. Una ambulancia covid para toda una provincia. Resulta ridículo. ¿No tiene la administración ni siquiera posibilidad de dotarnos con ambulancias? Se han escrito ríos de tinta sobre esto pero no se actúa. Tampoco hemos podido entrar en ocho meses al Hospital para poder informarles de lo que sucede ahí dentro. No nos dan permiso. Así que vamos rascando noticias de tapadillo entre quienes quieren denunciar la situación, casi siempre bajo el anonimato para evitar represalias.
Es la primera semana de noviembre y aún no ha llegado la gripe. Se han cancelado las operaciones no esenciales, se ha ocupado el espacio donde los sanitarios dormían para colocar más camas y se está trabajando para medicalizar la residencia del Santo Ángel. Allí irían los pacientes no covid. Ya sucedió en primavera con la acogida hospitalaria de enfermos en el hotel Ciudad de Alcañiz. Otra bofetada de realidad.

Este viernes confinarán las provincias aragonesas y se reducirán los horarios. Así, iremos recortando libertades hasta que seamos conscientes de la gravedad del asunto. Reuniones de 6 personas no significa verte con media docena distintos cada hora, sino crear una burbuja más o menos fija. La imagen de varias calles del centro de Alcañiz el sábado llenas de gente incumpliendo aforos, uso de mascarilla y en grandes grupos es espeluznante. Es el pan nuestro de cada día en muchos municipios de casi todas las áreas sanitarias. Contra la restricción horaria, el plan B es ocultarse en las huertas, los pisos o los masicos. Y la Policía o la Guardia Civil no pueden controlarlo. Bueno, en la mayoría de municipios ni siquiera hay fuerzas de seguridad. Los incumplidores no son la mayoría, pero si suficientes para cerrar la hostelería, abocarnos a restricciones y confinamientos cada vez más duros. Los estudios demuestran que el 20% de los contagiados transmite la enfermedad al 80%, y especialmente en eventos supercontagiadores en lugares cerrados, comidas, almuerzos y otras pachangas. Lo pienso mientras la madre y el padre de un buen amigo se debaten entre la vida y la muerte en la UCI. Su familia ha mantenido estrictamente las medidas. Se han contagiado a raíz de un gran brote por unas «no fiestas». Al ver esto, otra amiga ha decidido prohibir a sus hijos veinteañeros salir con amigos; autoconfinados hasta nueva orden. 1.057 casos más en Aragón este jueves.

Varios de testimonios cuentan las secuelas del virus hoy en un diario nacional. Quienes sobreviven están sufriendo problemas cardíacos, respiratorios, musculares y neurológicos. Son conocidas las cefaleas crónicas, la fibrosis pulmonar, problemas del sistema motor, urticarias, trombosis, embolias, ictus… Otra de las consecuencias más comunes es la pérdida de memoria. Explica una filóloga que no se acordaba ni de la palabra «sartén». Es habitual confundirse hasta para guardar alimentos en la nevera, no recordar las cosas más básicas, olvidar lo que sucedió el mes pasado, sentirse cansado y perdido. Es lo que denominan brain fog, niebla mental. Nuestro principal problema es que muchos la traen de serie.  

Eva Defior