Enhorabuena! Acaba usted de superar el día más triste del año. Sí, sí, lo ha leído bien. Ayer, 18 de enero, se celebró lo que conocemos desde el año 2005 como «Blue Monday».

Según Cliff Arnall, psicólogo que acuñó este término, el tercer lunes del año reúne todas las características para ser especialmente deprimente. La cuesta de enero, la vuelta a la rutina o la lejanía de próximas vacaciones eran algunos de los factores más comunes que hicieron que Arnall calificara este lunes como el día menos deseado del ciclo.

En un mundo adicto a las fechas señaladas en el que la felicidad es el bien más preciado, que haya una jornada tildada como «la más triste» no es algo casual. El verdadero origen de esta fecha lo encontramos en la agencia de comunicación británica Porter Novelli la cual desarrolló una fórmula matemática compuesta por factores como el frío invernal, la resaca emocional posnavideña o las deudas por el exceso de gastos con el único fin de vender las ofertas de su cliente: la agencia de viajes Sky Travel.

De esta manera, una y otra vez las campañas de marketing apelan directamente a una emoción humana de la que todos queremos huir. Venga, anímate: date un capricho, come chocolate, llama al masajista, escucha música…, pero, sobre todo, por favor, no estés triste.

La realidad es que, nos guste o no, la tristeza forma parte de nuestro día a día y difícilmente podemos apartarla a golpe de tarjeta. Inmersos en una cuarta ola que avanza imparable y todavía congelados por el paso de Filomena, es normal sentir un decaimiento emocional: no huyamos de él. Aunque reivindicar la tristeza no esté de moda, se trata de una emoción que nos obliga a parar y reflexionar, algo que no está de más en este extraño mes de enero.

Isabel Esteban