El cierre del restaurante Fonda Aparicio de Fuentespalda puso ayer rostro a una durísima realidad a la que la pandemia está abocando en el sector de la hostelería, obligado a cerrar sus puertas para controlar los contagios y sin ayudas directas que les permitan subsistir. Siguen debiendo pagar los mismos impuestos y la mayoría de los costes, pese a no poder dar servicio. Tras once meses de pandemia, la falta de liquidez inicial de muchos negocios se ha transformado en un grave problema de solvencia que aboca a cierre a muchos establecimientos. Especialmente precupante es el cierre de los negocios regentados por personas jóvenes, que apostaron por el medio rural, por arraigarse; emprendedores que habían realizado inversiones y planes centrados en el relevo generacional para ofrecer servicios de calidad en los municipios rurales. Los hosteleros del Matarraña, referente desde hace años en el turismo de calidad y a la vanguardia de la dinamización rural aragonesa, se unieron ayer a las puertas de esta fonda para lamentar el abandono que sienten e insistir en la sensación de agravio en la regulación de las medidas sanitarias. No son los únicos, asociaciones empresariales de todo el territorio bajoaragonés, al igual que en otras zonas de nuestra comunidad como el Altoaragón, han puesto de manifiesto esta falta de congruencia a la hora de regular horarios y restricciones discrecionales para ciudades, grandes municipios y pequeños. Ni la movilidad es la misma en los pueblos que en las ciudades, ni el impacto del cierre de negocios. En un municipio como Fuentespalda, de 286 habitantes, el cierre de un bar es una ruina económica y social. Normalmente implica que una familia tenga que buscar otra forma de subsistencia y, además, arrebatar al pueblo uno de los únicos puntos de encuentro y dinamización. Los planes de rescate están resultando insuficientes, llegan tarde y no están demostrando empatía hacia el territorio. Asimismo, resulta frustrante que se esté desoyendo la petición desesperada y constante por parte de la mayoría de los agentes sociales de los pueblos pidiendo una regulación que tenga en cuenta las singularidades de nuestros municipios, donde mantener una empresa, sea del tipo que sea, contiene componentes extraordinarios de sacrificio, esfuerzo y capacidad de sostenimiento de la población rural.

Editorial