Oportunidad perdida. Y de las que hacen historia. La gestión económico-política de la pandemia nos ha quitado una de las pocas ventajas que podía haber tenido esta desgracia. La de obligar a las grandes fortunas a que tributen de una forma más justa y solidaria. Una de las medidas prometidas por el Gobierno de izquierdas que, una vez más, ha dejado ver sus costuras neoliberales y de servicio al capitalismo, ha sido apeada limpiamente y con cierta discreción (ya no se ocultan, tienen la desvergüenza de los cínicos) del programa político-económico para afrontar la crisis. Como en 2008, las grandes fortunas van a salir enriquecidas de la crisis brutal que ya tenemos encima. Que no nos vuelvan a decir que Hacienda somos todos. Ahora que somos cada vez más pobres (y hay que ceñirse más fuerte el cinturón, con la que va a caer) resulta casi una afrenta que sepamos que hay 190.000 millones de euros en paraísos fiscales en poder de empresas y millonarios españoles y que, como alguien calculó, el 20 por ciento de los ciudadanos más pudientes de nuestro país paga a Hacienda el mismo porcentaje impositivo que el 20 por ciento más necesitado: así que a un mileurista con familia ese porcentaje le supone llegar a fin de mes más que justito, si llega, en tanto para el rico es más o menos lo que le cuesta un viaje de empresa.

La señora Calviño y el PSOE a través de su ministra de Hacienda (¡lástima de mi esperanza hacia un poder femenino!) juegan a favor de una España millonaria, mientras que la iniciativa de UP naufraga y la Comisión parlamentaria para la Reconstrucción se convierte en C.P. para la Sobre-Reinstauración de las grandes fortunas, tras una crisis que a muchos les ha enriquecido más y que al resto del pueblo español ha empobrecido hasta límites que están por ver.

Es preciso más dinero para las arcas públicas pero dejen de sacarlo de donde casi no queda, de los ciudadanos de base del país. El impuesto a las grandes fortunas supondría una inyección de 11.000 millones de euros a la Hacienda Pública y el impacto sobre dichas fortunas es mínimo. Por favor, no digan que Hacienda somos todos. Como en la distopía de Orwell, «todos somos iguales, pero unos más iguales que otros».

Alberto Díaz Rueda