Pasados dos años de los trágicos acontecimientos que sacudieron nuestra provincia, especialmente las localidades de Albalate y Andorra, que costaron la vida a tres personas y en los que otras dos resultaron heridas en manos de uno de los criminales más peligrosos de Europa, se le hace a uno difícil no embriagarse de rabia y frustración al recordar parte de tales sucesos.

Si se analiza con la perspectiva más objetiva posible, realmente el recuerdo es desolador, sin matices ni medias tintas. No dejemos de darle el valor adecuado a las palabras por mucho que las hayamos repetido durante este tiempo, pero es cierto, pudo haberle pasado a cualquiera…
Y pudo haberle pasado a cualquiera, porque el cúmulo de negligencias y falsedades fue tan grande, que sin ánimo de frivolizar lo más mínimo parece un cuento terrorífico.

Pensar que un criminal de ese tipo estuvo entre nosotros con impunidad causa rabia.
Pensar en lo que pasó en Albalate y como luego se realizó una búsqueda totalmente fuera de los cánones de un país con los medios de España irrita.

El día de los asesinatos, la rumorología desatada, la tardía presencia policial, que tanto se hecho de menos las jornadas anteriores, cuando ya sabían o al menos lo barruntaban los responsables, que no los ciudadanos, que lo que había enfrente era una amenaza muy seria. Eso fue lo más grave.

No debió suceder, no es una frase hecha al calor del recuerdo de los acontecimientos, no debió suceder es una conclusión a la que llega cualquier persona que trate de analizar con algo de raciocinio lo sucedido. No era tan difícil de evitar y sobretodo es injustificable que una vez saltaron todas las alarmas con lo ocurrido en Albalate, no se pusieran medios proporcionales a lo que había pasado.

En todo este tiempo, las ausencia de respuestas ha sido la tónica, preguntas técnicamente perfectas y coherentes no han hallado respuesta, de responsabilidades políticas ya ni hablamos, no hay vergüenza no hay escrúpulos, así de claro. Nadie estaba pidiendo venganza, pero si tu no haces bien tu trabajo y esto trae unas consecuencias horribles, lo mínimo si te queda un atisbo de dignidad o algo de humanidad es marcharte a tú casa, no rizar el rizo o justificar lo injustificable.

Lo ocurrido fue el último y más terrible de todos los eslabones rotos que han supuesto el abandono de Teruel. Nos han faltado muchas cosas, pero ante todo somos personas y la seguridad e integridad de las personas es innegociable.

También siento la obligación de recordar lo positivo, lo que en este tiempo ha hecho la gente, perpetuar especialmente la memoria de José Luis Iranzo de una manera loable, difundiendo su ruralismo entregado, coherente y sincero, de un luchador por nuestra tierra. Con el honor de que hoy una de las joyas del Bajo Aragón histórico como lo es el centro Itaca de Andorra lleve su nombre. Con homenajes que son hechos, como aquella tarde de Diciembre en la que miles de personas coparon las calles de Andorra, en un momento mágico e inolvidable con un espíritu y fuerza que sin duda ha sido, es y seguirá siendo un ejemplo.

Víctor Puch