Hace un tiempo que me he hecho con una de esas pulseras de actividad que te cuentan los pasos que realizas a lo largo del día. También aparece la distancia que has alcanzado, las calorías que has quemado, las escaleras que has subido e, incluso, te da una puntuación sobre 100 de cómo has dormido, diferenciando las horas de sueño ligero y sueño profundo. ¡Una maravilla, oigan!

Estas pulseras de actividad han proliferado. No dejo de ver a otras personas con una como la mía. Todos queremos tener una vida activa, cumplir con el objetivo diario de 10.000 pasos y, por supuesto, estar en forma. Somos 'runners', nos gusta la comida natural sin conservantes artificiales ni azúcares añadidos y la bebida 'light', por favor.

Pero luego se da la paradoja de que muchos de esos que tienen una pulsera de actividad prefieren desplazarse en moto, coche o patinete eléctrico -una opción no contaminante pero que está acarreando problemas por su falta de legislación-. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Queremos en verdad ponernos en forma y bajar la gran tasa de obesidad que existe en España o simplemente nos subimos al carro de la moda para poder presumir con los amigos? A veces hacemos cosas sin sentido.