La ordenación de las renovables es más necesaria que nunca. En ningún país desarrollado del siglo XXI se plantearía trazar una avenida o autopista de circunvalación como la M-30 o la Z-40 sin un previo plan de ordenación urbana. Tampoco ningún gobierno serio plantearía una red de carreteras y de ferrocarril sin una planificación previa y sin presentar un mínimo plan de ámbito estatal o regional. Sin embargo en la instalación de las energías renovables no está existiendo ninguna ordenación y todo ello, una vez más, utilizando como conejillo de indias el solar de la España despoblada.

Esta ausencia de un plan de ordenación de energías renovables está suscitando la frustración en comarcas como el Matarraña, donde se están poniendo en peligro los históricos consensos a los que este territorio ha llegado en materia de agua, turismo y conservación del medio ambiente. Muchas empresas están presentando proyectos de una gran envergadura y aunque legalmente están supeditadas al visto bueno de los distintos gobiernos, deberían de respetar la voluntad de los territorios. Si así no fuere, el Gobierno central y la Diputación General de Aragón deben de ser extremadamente garantistas y proteger a sus habitantes. Pero, hasta el momento, las administraciones central y autonómica están aplicando criterios de uniformidad, como si todo el territorio fuese igual. El propio Matarraña no es un territorio uniforme y existen diferentes sensibilidades, como así se puso de manifiesto hace décadas con los escasos recursos hidráulicos. Municipios de toda la cuenca dieron una lección de consenso y visibilizaron algo que nadie había hecho hasta entonces: que han de ser todos los municipios por los que pasa el río los que consensuen cuáles van a ser sus usos. Donde antes había aerogeneradores de 80 metros de altura ahora los hay de 200, que es casi la altura que hay entre Fuentespalda y el monte de la Picossa, montaña que, junto a la Caixa, preside el paisaje matarrañense y que, a pesar de estar en 2 municipios, embellece con su presencia a toda la comarca. Quién sabe además si en un futuro la actual tecnología quedará obsoleta.

Es por tanto el momento de dejar que los propios municipios del Matarraña acuerden cuál ha de ser su futuro en el mundo de una tecnología renovable que año a año se deja obsoleta a sí misma. Pero la realidad es que no se les está dejando. Se les está obligando a tomar una decisión ya, a todas luces muy precipitada. Muchos municipios se han opuesto frontalmente. En otros muchos, vecinos y representantes municipales lo ven como una oportunidad de desarrollo, pero en todos ellos existe la sensación de atropello y de insensibilidad por parte de las grandes energéticas y de unas administraciones que sienten lejanas.

Editorial.