Entre otros sinsentidos, falacias y paradojas del momento político y social, en Cataluña estamos viviendo un oxímoron casi cotidiano con absoluta impunidad crítica y con la indiferencia, aprobación o rechazo de toda la población, que no se percata del absurdo en el que se ha convertido un legítimo sueño de autonomía: un disparate basado en principios ilegales y sostenido con medios ilegales y violencia callejera, inexplicables en esta Cataluña del «seny».

Sin entrar en los excesos de los CDR (Cerebros Desahuciados Reprogramados, según un viejo amigo de Esquerra), lo del «Tsunami Democrático» es un retorcimiento de la lengua y el concepto, que sería cómico si no fuera trágico. Se trata de un oxímoron, «combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido». Un tsunami, fenómeno climatológico devastador, no es algo «democrático» ya que «no ha sido elegido» sino impuesto de una forma inapelable. Además de que caemos en una «falacia patética» que es atribuir juicios humanos a un fenómeno natural. Los tsunamis no son ni democráticos ni fascistas. Es una combinación desastrosa y de efectos trágicos de varios fenómenos naturales. Llamar así a lo que algunos descerebrados hacen en Cataluña, (destruyo un país, ¿para construir qué?) es una definición tan inconsciente como cruel.

Así es como los exaltados imponen al resto de la población catalana o foránea sus confusos argumentos de «legitimidad», que no de legalidad. Y no sólo a esa «mitad», siendo generosos, de catalanes funcionales (es decir los que viven y trabajan en Cataluña aunque no sean catalanes de nacimiento) sino también a una buena parte de militantes propios, (enardecidos por la obtusa gestión que se ha hecho del asunto por las partes implicadas), a los que se les aplica sin rubor ni vergüenza lo que he llamado «la falacia del traidor». Es decir, el «estás conmigo o estás contra mí»; el «si no apoyas la barbarie y la destrucción, eres un traidor»; o el «si cuestionas mis métodos, eres un fascista». Detengamos este absurdo alienado o seremos cómplices de él. Todos, desde Cataluña al resto del país.

Alberto Díaz Rueda | LOGOI