Ya hay estudios sobre los efectos de la pandemia en el mundo del trabajo, de la enseñanza, de la familia. No les voy a marear con cifras, porcentajes y pronósticos. La panacea del teletrabajo se está desinflando tras comprobarse que beneficia menos al trabajador que a la empresa y a ésta tampoco le compensa. Las cuestiones psicológicas implicadas, deficientes relaciones familiares, violencia doméstica, depresión, alcoholismo, fármacos y drogas, aumento de suicidios entre jóvenes, dibujan un escenario alarmante. El filósofo Byung Chul Han cree que se ha pasado de la explotación del proletariado a la esclavitud aceptada del trabajador que se explota a sí mismo.
La pandemia está precipitando, por sus efectos financieros y empresariales, un aumento escalofriante de la precariedad e inseguridad laboral. Un elemento más que añadir al desequilibrio psicológico de los empleados: un informe admite que frente al 23 % de trabajadores con problemas de salud mental en el 2015, ahora se estima en el 60%, muchos de ellos habituales consumidores de fármacos tras el 2020. Los jóvenes, las mujeres y las personas con alguna discapacidad son los sectores de edad y sexo más precarizados. Cuatro de cada diez asalariados temen perder el empleo y un 75% teme no encontrar otro trabajo si pierde el que tiene.
¿No es hora de admitir que la pandemia (y las que la seguirán si no cambiamos radicalmente nuestro sistema de vida) es, además de una advertencia letal (negada y ninguneada por una parte de la población), la «piedra de toque» que nos ha mostrado de manera sencilla y clara que lo que hemos llamado «progreso tecnológico» (que nos domina y esclaviza) y la postmodernidad (que nos desorienta sin educarnos), no son más que falacias sostenidas por intereses económicos ciegos por la codicia, que nos están llevando al desastre global? «En lugar de grandes expectativas y de dulces sueños, el ‘progreso’ evoca un insomnio repleto de pesadillas en las que uno sueña que ‘se queda rezagado’, pierde el tren o se cae por la ventanilla de un vehículo que va a toda velocidad y que no deja de acelerar». Eso escribía Z. Bauman, en 2005. La solución no es rechazar el progreso sino aprender a gestionarlo.
Alberto Díaz Rueda. LOGOI
Antonio German Torres dice
Don Alberto.
Una frase de Bauman y otra de Byung Chul Han le son suficientes para su alegato anti progreso tecnológico. Yo no conozco suficientemente la obra de estos dos grandes pensadores, pero su extensión y su profundidad, así como sus dudas y la evolución de su pensamiento, me han llevado a la conclusión de que la propia evolución del progreso tecnológico les hubiera obligado a escribir cosas diferentes. La hipótesis de Bauman afirma que el cambio social tiene que ser un producto necesario y dinámico, y el paso necesario es modificar la realidad y comprender que la vía del cambio es la única posible. Pero la realidad es que el progreso tecnológico en nuestros tiempos es el creador del cambio, y de momento los deseos de la sociología no se materializan en ningún otro tipo de cambio. Por lo que se refiere al coreano Byung-Chul Han su opinión de que la divulgación voluntaria de todo tipo de información raya en lo pornográfico es el fruto de una indignada reacción a lo que sucede en la actualidad en los medios de comunicación y en las redes sociales. No estoy en contra de esa opinión, pero creo que el personaje no es un practicante avanzado de los medios tecnológicos. Es conocido su rechazo al uso del teléfono móvil.
Personalmente prefiero el trabajo de Bauman que en 2010 recibió junto con Alain Touraine el Premio Príncipe de Asturias. Alain Touraine fue mi profesor cuando en 1987/1988 me esforzaba por recibir mi MBA en Milán. Tuve ocasión de escuchar sus comentarios sobre Bauman, con el que tenía diferencias intelectuales que afectaban tanto al método como a sus conclusiones, algo debido seguramente a que Bauman nunca renegó del comunismo, mientras que Touraine fue un profundo antimarxista. Pero comparto con usted la definición de la tarea pendiente, que es aprender a gestionar el progreso. Gracias por introducir en su columna referencias tan importantes.
Reciba un cordial saludo