Sumidos en una nueva pandemia con dimensiones nunca vistas, es importante echar la vista atrás y recordar otras pandemias como la de la polio, que aún a día de hoy sigue existiendo y generando víctimas a pesar de que existe la vacuna. Una enfermedad que parece ya olvidada en nuestras sociedades. El 80 % de la población mundial, vive en una zona en la que se ha erradicado la polio gracias a la creación de la Iniciativa de Erradicación Mundial de la Poliomielitis creada en 1988 (por organismos internacionales y fundaciones privadas).

Muchos médicos de hoy, afortunadamente, no la van a ver en nuestro medio, pero para los países con un sistema de salud más precario, y menos fuerte, sigue siendo una cruda realidad. No hay que olvidar que Europa se declaró libre de polio en 2003. En la actualidad, Afganistán y Paquistán tienen polio endémica.

El virus de la polio no es nuevo, lleva con nosotros milenios, pero a partir de finales del siglo XIX empezó a ser un problema de salud pública, con múltiples brotes y ocasionando terribles epidemias a lo largo de todo el mundo, dejando miles de personas muertas y a los que sobrevivían, con una discapacidad física de por vida.

Posiblemente aquellos brotes, debido a las malas condiciones de habitabilidad, falta de saneamiento de las ciudades y de potabilidad, y a un aumento de la movilidad de las personas, hizo que los humanos fuéramos más susceptibles al virus. Fue entonces cuando empezó la lucha para conseguir frenar su expansión y evitar los millones de niños paralíticos que todos los años se producían. Quizás el hecho de que el presidente Roosevelt sufriera la enfermedad aceleró el desarrollo final de la vacuna de la polio que se investigaba desde 1929 y se puso a disposición de la humanidad en 1952. La vacunación en España se inició en 1963, con muchos años de diferencia respecto a los países de nuestro entorno.

En España, el gobierno intentó ocultar la magnitud de la epidemia, pero se sabe que en los años 50-60 murieron más de 2.000 niños; también en aquel momento se tuvo que elegir qué niños con parálisis respiratorias recibían los llamados «pulmones de acero», puesto que existían pocos y no en todos los hospitales. Se desconocen las cifras de los afectados, pero se calcula que sobrevivimos en la actualidad más de 45.000.

La polio es una enfermedad muy contagiosa, producida por un virus ARN, un enterovirus, y el único reservorio somos los humanos, generalmente portadores asintomáticos. Existen
3 serotipos, de los cuales 2 están ya erradicados gracias a los programas de vacunación de la población infantil en todos los sistemas de salud mundial y a las campañas que se realizan en los países más desfavorecidos.

El virus se trasmite por contacto directo con personas infectadas, normalmente asintomáticas, por gotas de saliva o por contacto con fómites, agua o alimentos contaminados con aguas fecales, puesto que el virus se elimina por heces. El periodo de incubación del virus es entre 7-14 días, como la COVID, pero existen algunos casos en los que este periodo se alarga hasta 35 días.

El 95 % de los afectados por la polio son asintomáticos (como en la COVID) y aproximadamente un 3 % presentan síntomas leves con febrícula, dolor de cabeza, astenia, diarrea… y tan solo un 1- 2 %
presentan la temible forma con afectación neurológica. En estos casos el virus coloniza el sistema nervioso central, con especial preferencia por las neuronas motoras, y produce la paralización de los músculos inervados por éstas. Cuando se afectan los músculos respiratorios, o de troncoencéfalo, se altera la respiración y muchos de los afectados mueren por parada respiratoria (la causa más importante de la mortalidad).

Además en un porcentaje importantísimo de los que padecen la polio, años después, presentan otra nueva enfermedad, el Síndrome Postpolio, neurodegenerativa, que añade aún más discapacidad, que cursa con fatiga muy intensa, debilitamiento de los músculos no afectados, disfagia (dificultad para tragar), dolor neuropático muy intenso, alteraciones respiratorias y del sueño e intolerancia al frío, entre otros síntomas.

No existe tratamiento para la polio, ni para el síndrome Postpolio, tan solo podemos protegernos mediante la vacunación sistemática y masiva. Solamente si el 95-99 % de una población está
inmunizada frente a esta enfermedad, la población está protegida. Y no nos olvidemos que hoy existen millones de personas susceptibles al virus.

La epidemia de la polio, hizo ver la importancia de un buen sistema de salud, de una salud pública potente, la importancia de la epidemiologia y de la investigación y sobre todo de la solidaridad entre las naciones.

Cosas que en la actualidad nos suenan novedosas como el estudio del virus en aguas fecales, se empezó a hacer en la gran epidemia de Nueva York en los años 30; los llamados pulmones de acero que ayudaban a respirar a los pacientes con afectación pulmonar, fueron los embriones de los actuales respiradores que utilizamos habitualmente en las UCIs. Se investigaron tratamientos quirúrgicos, ortopédicos y rehabilitadores para las grandes secuelas que padecimos los niños afectados, y sobre todo se vio la importancia de realizar un esfuerzo universal para hacer desaparecer el virus de la polio, y aunque vamos por buen camino, la OMS advierte del peligro
de posibles rebrotes, entre otras causas por los conflictos bélicos, los movimientos migratorios y las condiciones de los campos de refugiados. Además, con la pandemia de la COVID se han retraído recursos y se ha puesto en peligro muchas de las iniciativas… se calcula que este año han dejado de ser vacunados 80 millones de niños en el mundo.

Gracias a los programas de vacunación como los que realiza Alianza Mundial por la Vacunación (GAVI), recientemente reconocida con el Premio Princesa de Asturias, y otros organismos como Rotary Internacional, muchas de las estructuras creadas para las vacunaciones, han reaccionado rápidamente con sus recursos para atender la COVID 19 como lo hicieron con el EBOLA también.

Hemos de seguir insistiendo en la importancia de la vacunación cuando grupos de anti-vacunas hacen tanto ruido, y cuando en nuestro mundo parece que esta enfermedad ya no existe.

Las vacunas han conseguido más que ningún otro avance médico salvar vidas. Es por eso que celebramos este día, en honor al creador de la vacuna Jonas Salk.

M. Carmen Martínez-Raposo Piedrafita – Pediatra en Andorra durante 14 años y afectada por polio y síndrome post-polio.