Existen revoluciones que comienzan con pequeños gestos. Tímidos movimientos que, como si se tratara de un efecto mariposa, pueden provocar grandes cambios. Este batir de alas ha llegado al medio rural aragonés con la incorporación de un grupo de jóvenes que está regresando a sus pueblos para emprender con proyectos innovadores, sostenibles y rentables en el sector de la agricultura, ganadería y agroindustria.

Es cierto que, con unos insuficientes 1.129 jóvenes que se han incorporado a las explotaciones agrarias en los últimos cuatro años, no es fácil elaborar un mensaje positivo ¿O sí? Organizaciones agrarias, administraciones y el propio sector agro debe poner el foco en transmitir las historias de personas que apuestan por vivir en el medio rural aportando innovación, sostenibilidad y esperanza.

Este es el caso de Julio, historiador de formación, que dejó su trabajo de profesor de inglés en Turquía para gestionar su empresa de miel artesanal en Ariza. Sara, una de las primeras mujeres en solicitar la titularidad compartida en Aragón, trabaja al frente de un ganado de 800 cabezas de ovino desde Rigualda, municipio de tres habitantes de la provincia de Huesca.

Otra historia es la de Alejandro, un joven que dejó su trabajo de administrativo para reconvertirse en agricultor y gestionar una explotación trufera o de Arvidas, geólogo con un Master en Paleontología Avanzada que vio en Lechón la oportunidad de fabricar hidromiel con la miel de las colmenas gestionadas por su hermano Antonio, un veterinario reconvertido en apicultor.

En definitiva, historias sobre un sector moderno, tecnológico y lleno de oportunidades que merecen ser contadas ya que, como dijo Eduardo Galeano, «los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero un pajarito me dijo que estamos hechos de historias».

Isabel Esteban