Me sume en la pereza y desdén más absoluto el tener que volver a hablar de los mismos de siempre, pero hay cosas que no se pueden callar. Estamos en el país donde se ha normalizado la mentira y ya no es una práctica si quiera discutida. Estamos abonando la tierra de los conspiracionistas, de los descreídos, de los que tienen en la impiedad su mayor virtud y todo este terreno se ha hecho fértil en connivencia con las clases dirigentes del país, más dispuestas a escurrir el bulto y pasar la patata caliente que en enfrentar las tozudas realidades que nos tocan vivir.

Nos dicen que el gobierno poco menos que no puede hacer nada por el tema de luz, las eléctricas hacen unos anuncios corporativos preciosos mientras se llenan los bolsillos, en Andorra aún se espera el tsunami de millones y empleos prometidos. La política está podrida, con sus profesionales perseguidores de sueldos, llena de críticas y vacía de propuestas, o al menos de propuestas con decisiones que nos ayuden, más allá de agitar banderas o inventar palabras.

Florentino decía que hay que hacer la Superliga, que va a colapsar el fútbol económicamente y luego se hacen un estadio de no sé cuántos millones y alardean de ofrecer doscientos millones por un jugador ¿Cuándo nos mentía antes o ahora? Lambán y su gobierno no pueden solucionar el problema de la falta de especialistas en el hospital de Alcañiz, pero el Presidente sí puede deleitarnos con tuits cargados de revisionismo histórico hablando del pasado colonial. Ha sido una de las cosas más innecesarias y grotescas que he visto en los últimos meses en las redes, solo al nivel de una página de la Legión que se congratuló del aniversario de la toma de Badajoz, una de las más crueles matanzas entre españoles. Y así con trescientos ejemplos más y de todos los partidos y estamentos de poder.

Si éste es el país que queremos, yo me bajo, yo no aguanto, nos están carcomiendo la moral y yo no soy partidario de la demagogia y la facilidad para resolver los problemas, por el simple hecho de saber que las cosas no se arreglan como si nada, pero te empujan a no creer, a no confiar en nadie, a que Septiembre Negro ya no sea solo el grupo terrorista palestino, que ahora cada inicio del curso en septiembre sea totalmente negro porque sabemos que no habrán resuelto los problemas que teníamos y es probable que hayan generado alguno nuevo. Es verdad que siempre habrá algo que te reconciliará con el mundo, algo que te recuerde que vivimos en un lugar maravilloso, problemas al margen, e incluso al día más gris podrás sacarle los colores, pero cuesta y cada vez más, el nivel de mentiras con el que nos hemos acostumbrado a vivir, es descorazonador. Y casi peor que todo esto es saber que volveremos a utilizar todo lo disponible a nuestra mano como arma arrojadiza y no como herramienta para construir nada, que pereza da, de verdad…

Víctor Puch