Los partidos políticos se afanan estas semanas en cerrar candidaturas para llegar a la publicación de las listas electorales de finales de abril con los deberes hechos y sin ningún punto del territorio vacío. Esa labor difícil con numerosos partidos buscando candidatos y candidatas en territorios muy pequeños se ha de compaginar con la compleja labor de explicar el trabajo realizado durante los últimos cuatro años.

Hay poco tiempo, dado que la ley electoral no lo permite desde principios de abril. Resulta compleja, frenética y extenuante una labor que, sin embargo, está calendada desde hace mucho tiempo pero en la que la mayoría de los partidos llegan a última hora sin los deberes orgánicos hechos. Resulta llamativo ver cómo muchos municipios, incluso cabeceras comarcales, todavía no se han cerrado ya no las listas, sino sus cabezas de lista, y existe una pugna seria entre partidos de rango ideológico muy diverso para atraer talento.

De ahí que las elecciones municipales se planteen de una forma muy personalista, cada vez más, dejando las ideologías al margen cuando se trata de una persona capaz, querida, valorada y comprometida. Sin embargo, hay que tener en cuenta que quienes quieren mantener esa independencia de un partido político, en la mayoría de los casos, quedan relegados fuera de los puestos de relevancia orgánica, y por tanto sin salarios ajustados a la labor de gestión desinteresada que realizan por sus municipios. Esto sin lugar a dudas redunda en una seria dificultad para encontrar a personas dispuestas a construir por sus municipios desde cargos políticos de forma desinteresada e independiente. Convendría por tanto realizar una seria reflexión sobre el propósito mismo de la política municipal y quienes la lideran, dignificando justamente su labor.

En este sentido, no hay que olvidar que esta legislatura ha estado marcada por la situación sanitaria más grave de nuestra historia reciente. La pandemia del covid-19 situó a los alcaldes y alcaldesas en la primera línea de fuego en una gestión absolutamente inesperada, improvisada y de la que la mayoría mostró una incansable vocación por sus pueblos. Ese propósito es el fin último de la política, convertida ultimamente en una suerte de mercado de fichajes de primavera. La llamada de las urnas del próximo 28 de mayo no debe perder esto de vista.

El ejercicio de la política local es ejemplarizante y todos los cargos regionales deberían empezar por ahí para entender el impacto de las decisiones diarias que toman, así como los avatares del territorio al que representan. Este domingo se realizó un homenaje en La Codoñera a todos los alcaldes históricos de la democracia; la semana pasada sucedió algo similar en Calanda. Ese aplauso debería ser más común y la política ha de encontrar la forma de dignificarse a través de quienes la ejercen desde lo más cercano.

Editorial.