Desde hace miles de años la primitiva e incipiente cirugía se vio obligada a utilizar prótesis de cuero o madera para paliar los efectos de la amputación de algún miembro del cuerpo, casi siempre con origen en acciones de guerra o en el desempeño laboral. Con los avances de la cirugía y la posibilidad de los transplantes las prótesis han pasado a ser cosa corriente. Conocemos el uso de diversos metales, como el titanio, o de la víscera cardiaca del cerdo para utilizarlos en sustitución de huesos u órganos; en el ultimo de los casos citados nada menos que para sustituir al más imprescindible de los órganos internos, el corazón.

Pues bien, hasta a mi, al haber tenido que ser sometido a una sencilla operación de cirugía sin grandes complicaciones como es la de una hernia inguinal, me han implantado una malla de un material con el que -me entero ahora- hacen cosas tan diversas como juguetes; materiales de construcción; piezas de automóvil; vasos y recipientes para alimentos, ropa o electrodomésticos, medicinas y productos químicos, alfombras, y hasta sacacorchos.

Pienso si no deberé, desde ahora, decir, siguiendo el ejemplo de Francisco de Asís con los animales: «hermano juguete», «hermano ‘táper’ » o «hermana alfombra», cuando esté frente a eso objetos, dado que comparto su mismo componente, el polipropileno, en mis entrañas.

Tampoco puede dejar de estrañarme que la cirugía use en sus avances un material de la familia de los plásticos, algunos de los cuales están creando tantos problemas en el medio ambiente y en otras áreas, como la de la salud, dadas sus características: por un lado indestructibilidad y por otro degradación molecular.

Y es que paralelamente al uso en mi cuerpo del ‘polipropileno’ me hacen dejar de usar un aparato utilizado para tratar la apnea del sueño porque uno de sus componentes, el ‘poliuretano’, es decir la espuma usada para la reducción de ruido, se ha degradado y convertido en peligroso material tóxico y cancerígeno.

Al subirnos al carro del progreso nos expusimos durante años a no saber el efecto real de los nuevos materiales. Uno es «gato viejo y escaldado» y no olvida lo ocurrido con la pasta de dientes francesa Signal, que se vendía alabando las virtudes del componente de sus sorprendentes rayas rojas, el ‘hexaclorofeno’, una sustancia bactericida y fungicida usada desde antiguo para el tratamiento tópico de la piel. Su uso habitual como antiséptico para lavar a los recién nacidos dio como resultado conocer que era neurotóxica, tras lo cual hubo que retirarla del mercado desprestigiando aquellas llamativas rayas rojas que la publicidad presentaba como solución para las caries. Sé que el ‘polipropileno’ (que desde ahora forma parte de mi) es un material inerte suficientemente investigado y seguro, y que como malla protectora va a servir para que a mis intestinos no les de por viajar de nuevo a la región inguinal. Pero… aún así no puedo dejar de hacerme preguntas.

Alejo Lorén. De cal y arena