La idea de que las energías renovables y las baterías van a bastar para suministrar toda la energía es absurda».

James Hansen, experto científico de la NASA sobre al cambio climático, realizaba hace años esta afirmación. Y aunque Hansen defendía el cobro de una tasa a las compañías productoras de combustible para hacer frente a los costes sociales de la contaminación y el cambio climático, afirmaba que «esa tasa bien repartida, estimularía la economía, el PIB y la generación de empleo y en definitiva serviría mucho mejor que los programas de comercio de derechos de emisión propuestos por los políticos, que han sido inútiles».

Mis escasos conocimientos técnicos sobre el cambio climático, la transición ecológica, las emisiones de CO2, los planes de Europa para rebajar los grados centígrados de más que tenemos en la Tierra y tantos y tantos asuntos medioambientales hacen que a veces no sepamos si es mejor dejar de producir carbón o…. quizás producirlo con más conciencia social.

En cualquier caso, la teoría de Hansen me ha ayudado para entender que al final, esto de frenar el cambio climático y apostar por las energías renovables depende de un solo factor determinante: dinero, mucho dinero para hacerlo posible.

Por eso, quizás Teruel, Andorra y su central térmica, no precisen ni más ni menos que eso: inversiones.

Inversiones que aseguren la igualdad entre los territorios. Inversiones para mitigar los efectos traumáticos que tendría la transición para las Comarcas Mineras si se cierra la Central de Andorra. Y acompasando su funcionamiento a la implantación de medidas extraordinarias que mitiguen el enorme impacto económico y social que tendría el cierre de la Central de hacerse de una forma brusca y prematura.

Posiblemente muchos pensarán que los planes de reconversión ya inyectaron en su día mucho dinero a esta zona pero la realidad es que esos planes no dejaron de ser «parches» de los consiguientes gobiernos que, posiblemente, por falta de conocimientos técnicos quiero pensar, no lograron alcanzar sus verdaderos objetivos.

Por eso, y porque ya hemos atravesado por una situación lamentablemente parecida en esta provincia, es indispensable que ahora hagamos por fin las cosas bien.

Necesitamos inversiones de gran calado. Un plan que supla «la catástrofe» que se puede producir en la provincia si se confirma el cierre de la planta andorrana porque la empresa deja de invertir para reducir su impacto y los efectos dañinos a la atmósfera.

Lo que ya me es imposible de entender definitivamente es la extrema urgencia de hacer esa transición ecológica en tan poco tiempo en Teruel cuando las explotaciones mineras de otras provincias pueden aplazar su final. Quizás no contamos con todos los datos pero en cualquier caso, el Gobierno central no debe «pasar la pelota» a Europa y debe activar políticas para que todas las provincias tengamos las mismas oportunidades, osea, inversiones que podemos ir tejiendo hasta 2030.

Creo que los gobiernos, sean del color que sean, deben intentar alargar hasta 2030 este cierre. En caso contrario, habrán sido corresponsables y cómplices del abandono de esta provincia.