Calanda presentó a sus reinas de fiestas y a su mantenedor el sábado en un acto multitudinario en la plaza de España. Era la primera vez que se hacía al aire libre, y fue un éxito. La pandemia también está trayéndonos nuevas formas de reunirnos, al aire libre, que, pese al riesgo de la lluvia, nos ofrecen seguridad y nuevos espacios de convivencia. El hecho de que DGA haya cancelado las fiestas patronales hasta finales de mes tan sólo pretende ser una medida de control de muy difícil explicación para la ciudadanía que, por otra parte, sí puede reunirse en viviendas a puerta cerrada, entrar en discotecas bajo techo, asistir a macro conciertos o espectáculos deportivos de enormes dimensiones. Por eso, cada alcalde debe valorar muy bien la realidad social de su municipio y la importancia de programar actividades festivas y populares controladas. Es la única forma de generar una confianza mutua, de los responables políticos hacia sus ciudadanos y viceversa, porque si la sociedad no entiende las medidas sanitarias, o las considera agraviantes, se revela y esto conlleva unas consecuencias muy graves en las que cada uno se toma la justicia sanitaria por su mano. Calanda ha sido claro ejemplo este fin de semana de que se pueden programar actos tradicionales controlados, igual que lo hicieron otros municipios durante el verano. Pueblos donde las restricciones han sido máximas no han podido controlar botellones o eventos ilegales, a los que ninguna localidad es ajena. Por eso, dado que además el 90% de la población aragonesa ya está vacunada con dos dosis, sólo cabe pedir a nuestros responsables políticos responsabilidad hacia sus ciudadanos, que llevan año y medio cumpliendo de forma estricta las normas. Ofrecer aliento, esparcimiento y actividades para todos los públicos es obligación de nuestros gobernantes también. Anular cabezudos, romerías, títeres, festejos taurinos, o festivales de jota carece de sentido desde hace ya mucho tiempo. Municipios como Valjunquera, Cretas, Albalate o Calanda son ejemplo estos días de que se puede volver a las calles y la sociedad lo agradece ejerciendo en conciencia la responsabilidad de cuidarse para que sus pueblos no sufran ni daños sanitarios ni económicos. Por su parte, la ciudadanía entera, debe asumir su rol de responsablidad y cumplir. Lo contrario ya sabemos adónde nos lleva. Ojalá este otoño que entra, con el puente del Pilar a la vuelta de la esquina, podamos alejarnos ya de la siguiente ola prevista sin grandes focos de contagio y habiendo podido demostrar que sí puede haber relativa normalidad festiva sin nuevos confinamientos.

Editorial.