Mantener los trenes deficitarios en las líneas entre Fayón y Caspe, de Zaragoza a Lérida, el canfranero los fines de semana supone un coste de cuatro millones de euros anuales al Gobierno de Aragón, cuya consejería de Vertebración del Territorio abona pese a no ser su competencia. Dejará de hacerlo el próximo día 31 tras tres décadas de tira y afloja con Renfe. Estos trenes, que deberían ser financiados por el Gobierno central, son un servicio esencial para varios municipios ubicados en  zonas de nuestra comunidad de las más deficitarias en cuanto a infraestructuras y carentes de autovía. Las frecuencias se sustituirán por autobuses, pero la pérdida del servicio supone cerrar una vía de desarrollo y movilidad que no se recuperará jamás, tal y como ya ocurrió con el tren Val de Zafán. Resulta verdaderamente preocupante que Renfe no pueda llegar a un acuerdo con el Gobierno de Aragón para mantener este servicio, que actualmente cuesta una media de 119 euros por pasajero. Preocupa que el Gobierno central no facilite el sostenimiento del ferrocarril cuando no han dolido prendas en financiar Aves deficitarios durante años, y el temor a que se pierda la línea de Caspe a Zaragoza es cada vez más serio. La política de vertebración debe ir encaminada en otra dirección, y el ministerio de Reto Demográfico debería ejercer como tal para buscar las fórmulas que hagan rentable un servicio que lleva abandonado décadas. Se ha dejado morir con estaciones olvidadas, trenes lentos y obsoletos y vagones cochambrosos por los que no pasa ni el revisor. No se puede justificar el cierre por la falta de demanda porque la realidad es que un servicio no se emplea si no es eficaz. En el caso de Caspe, además, se quiere potenciar el ferrocarril a través del puerto seco y la intermodal, un proyecto ambicioso a nivel logístico que mira al futuro del ferrocarril. En vez de cerrarlo, desde hace años se reivindica el acondicionamiento de este servicio para que sea digno, rápido y cómodo para el usuario. Ni siquiera se ha puesto en marcha una campaña para promover el uso de este tipo de transporte frente a otros más contaminantes y caros. La pandemia ya supuso la anulación de varias frecuencias que tardaron en regresar. Ahora se vuelve a poner de manifiesto el desinterés por apostar de forma seria por un servicio que, si nada lo remedia, se perderá en dos semanas. Tranquiliza que el departamento de Vertebración de DGA quiera emplear esos 4 millones que abona por el tren en aumentar un 40% en las frecuencias y servicios de autobús para llegar a todos los pueblos de más de 10 habitantes en Aragón. Ahora dedican 6 millones anuales y se requieren 15.  Esa sí es su competencia y va en la buena dirección. 

Editorial