Eso me pregunto con cada nuevo anuncio de nuestro «progresista» gobierno, haciendo recortes a unas economías familiares ya muy mermadas, las cuales deberán pagar más por «caprichos» como sostener sus hogares, o desplazarse a sus trabajos.

A pesar de que la avalancha de disgustos se acrecienta, y de habituarnos peligrosamente a éstos, no deja de sorprenderme que ahora desde posiciones «progresistas» se defiendan cuestiones que agravan las diferencias socioeconómicas, como son la imposición de peajes en autovías, o la subida en los precios de la luz.

Curiosamente, imponen estas medidas quienes, como el ministro Ábalos, anunciaron «una nueva red viaria mucho más equitativa, igualitaria, y justa». O como el presidente y resto de caterva ejecutiva, con respecto a los precios de la luz, quienes estando en la oposición prometieron bajar esa factura eléctrica, y acabar con la «pobreza energética».

Porque a quienes siempre se les llenaba la boca con «lo público», demonizando las privatizaciones, enarbolan ahora la máxima de «quien lo use, que lo pague», en el caso de los peajes… Como si fuese progresista que todos paguen lo mismo, sin tener en cuenta niveles socioeconómicos. Son los mismos que acusaban al sector «liberal» de no amortiguar la diferencia de clases, o de promover el oligopolio de multinacionales eléctricas, resultando inevitable inquietarme con varias cuestiones:
¿Realmente podemos elegir no pagar los servicios que no usemos? ¿imaginan ustedes similar planteamiento por ejemplo con la Sanidad? porque… ¿acaso los peajes ya retirados por este ejecutivo iban en contra del interés general? O, por otra parte, si el gobierno controla más del 75% del precio final de la electricidad, ¿por qué no ha rebajado la factura de la luz como prometieron? ¿quizá por las «puertas giratorias», esas que este gobierno está usando más que nunca? ¿seguro que este es el archiconocido «escudo social progresista» prometido?

Pues bien, en mi opinión, el insólito nivel de defraudación alcanzado por este gobierno de «coalianza» (obviamente para desbaratar la nación), marcará el hito de ser el mayor timo en la historia de la democracia española. Porque, ¿acaso es compatible aquel gran «escudo social» con el nuevo eslogan de «quién lo use, que lo pague?