Vale, sí, es verdad que se me olvidó cerrar la puerta del coche con llave, y aprovechaste mi descuido para llevarte los auriculares de mi hijo, una navaja multiusos y algún pequeño objeto más… pero lo que no te pudiste llevar es esta sensación de seguridad que aporta tranquilidad y felicidad.

Me gusta la gente que me hace sacar lo bueno, en el buen sentido de la palabra, de mí; por eso he decidido no denunciarte y regalarte lo que te llevaste, porque probablemente lo necesites más que yo: a lo mejor tienes un chico pequeño que alimentar, o una madre a la que cuidar y comprar una cara medicación, o quizás simplemente sufras una adición que no puedes controlar… y no, no quiero escuchar a quien me dice que vas a hacer mal uso de lo me cogiste, porque como soy libre y puedo pensar lo que quiera, elijo vivir en este sitio donde veo a la gente que se da a sí misma, la que arrima el hombro cuando hay que consolar, echa una mano cuando hay que ayudar y pone oreja a los problemas de los demás, que hasta a veces hacemos nuestros.

Este mundo está lleno de gente buena, buena como tú también, gente que siempre hace lo mejor que sabe y puede. Si tú te viste en la necesidad de abrir mi coche, y también alguno más, será porque no tenías un recurso mejor para satisfacer tu necesidad, pero, si tuviste la valentía suficiente para jugártela entrando en los coches que no son tuyos, y eso que estaban junto a la Avenida principal, en cambio te faltó el valor para pedir ayuda cuando la necesitas.

Te agradezco que me hayas recordado lo afortunado que soy y que tengo muchas cosas que a veces no valoro; por eso quiero compartir contigo lo que te llevaste el otro día sin mi permiso, para que lo hagas tuyo y lo utilices en hacer el bien, como seguro te enseñó con tanto amor tu madre: ¿recuerdas sus buenos consejos y lo bonito que era presentarse ante ella con las manos y la mirada limpias?… nunca escuchamos lo suficiente a las madres.

Pero te dejaste una nota que siempre llevo en el salpicadero con mi número de teléfono; búscalo y llámame cuando lo necesites, sin rencores y sin mirar atrás, porque todavía puedo regalarte lo mejor que tengo: mi tiempo. Tiempo para invitarte a recorrer juntos el camino en que se comparte lo que tenemos, como hermanos; tiempo para superar los negros nubarrones y transitar por la senda colorida que nos hace sonreír por cualquier cosa, tiempo para disfrutar con la magia de la luz de cada nuevo día. Tiempo para la felicidad.

Lo demás, es pura vanidad.

José Luis del Valle. Abogado