La pandemia ha cambiado nuestras prioridades, rutinas y gustos. Me alegra enormemente ver en este periódico un reportaje sobre el auge de los huertos. Los jóvenes están volviendo a cultivar esos pequeños terrenos, por años yermos.

Y no he podido evitar esbozar una sonrisa y pensar en mi infancia. Me viene a la mente, una imagen de mi abuelo cargado con dos cubos marrones de la famosa marca ‘Sequestrene’ y su gorra de propaganda subiendo por la cuesta del agua con judías verdes, patatas, pimientos, tomates… Alimentos que llenaban nuestra cocina y que yo a regañadientes comía ante la insistencia de mi madre. Ahora es mi padre el que acude concienzudamente a su pequeño terreno a cultivar sus productos, a mimar esos cultivos, a construir las tomateras o a cavar las patatas. En ocasiones, con la ayuda de mi sobrino. Y es que el amor por la tierra, señores, se pasa de generación en generación, a veces, de forma inconsciente. Prueba de ello, es el artículo del albalatino, Víctor Montañés, que ha vuelto a cultivar en ese pedazo de tierra donde una vez ya lo hicieron sus abuelos o sus padres.

Los huertos no solo sirven para llevar a casa productos de primerísima calidad, con un sabor que no se encuentra ni en los supermercados más bio de Madrid, también han servido para que muchas de esas personas de alto riesgo, mayores de 65 años, dejen de pensar por un momento en el Covid 19 y despejen su mente y conecten con la tierra, que en la mayoría de los casos, los ha visto crecer. Es el caso de mi padre, afectado por coronavirus a principios de esta pandemia. El buen hacer del equipo sanitario primero en Maella y luego en Alcañiz, supuso que fuera una de las muchas personas que ha logrado superar esta enfermedad. Sabíamos cómo se encontraba en función de sus preguntas sobre el huerto. Ya recuperado pasaba las horas feliz, respiraba aire puro y dejaba de pensar en aquellos días y momentos tan complicados. En su huerto ha podido comprobar cómo poco a poco su aparato respiratorio se ha recuperado dependiendo de si alcanzaba las notas de su jota preferida. Para muchos, el huerto ha sido su momento ‘break’, ese lugar donde desconectar. No para olvidar pero sí para coger fuerzas con las que seguir plantándole cara a esta pandemia.

Sandra Buzón