Mi padre nació en 1913. Los mapas de Europa no se parecían a los de hoy. Destacaban cuatro imperios: el alemán, el austro-húngaro, el ruso y el otomano. En 1914 se inició la Primera Guerra Mundial con el apoyo tanto de los socialistas franceses como de los alemanes que votaron a favor de la guerra. Los Estados sucesores de los dos primeros imperios perdieron una parte importante de sus antiguos territorios, mientras que los dos últimos se desmantelaron. El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron por completo y varias naciones se independizaron o se crearon. Al calor de la Primera Guerra Mundial se fraguó la revolución rusa, que concluyó con la creación del primer Estado en la historia autodenominado socialista: la Unión Soviética. El 7 de noviembre de 1917 marcó la caída definitiva del régimen zarista y dio inicio a una nueva era en Rusia que concluye con la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS) en 1922. Para Alemania las condiciones de «paz» que se le impusieron fueron tan humillantes que sembraron los deseos de una retaliación que condujeron a la Segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial enfrentó tres grandes ideas políticas: democracia, comunismo y fascismo. Naciones defensoras de estas ideas llevaron la guerra a todos los continentes y a todos los mares. El resultado para Europa fue una división de facto en dos grandes áreas de influencia: Europa Occidental bajo la influencia de los Estados Unidos y Europa Oriental bajo la influencia de la Unión Soviética. Como consecuencia de la Guerra, en Europa, la paz impuso a Alemania una división en dos estados. El mapa de Europa mostraba nuevas fronteras y nuevas naciones «independientes». El reparto de poder acordado estableció un equilibrio que mantuvo la paz, pero no la amistad entre todos los pueblos europeos. Yo que nací en 1944 considero que los mapas del periodo 1945-1980 son los mapas de mi generación.

Y así se llegó hasta el final de los 80´s. Dos grandes acontecimientos cambiaron de nuevo los mapas de Europa: La disolución de la Unión Soviética y de Yugoslavia y la reunificación de Alemania. La Unión Soviética dejó de existir formalmente el 25 de diciembre de 1991. El Soviet Supremo reconoció al día siguiente la extinción de la Unión, disolviéndose y asumiendo Rusia los compromisos y la representación internacional del desaparecido Estado. Las 15 republicas que formaban la Unión se convirtieron en países independientes. En Yugoslavia el enfrentamiento armado entre sus seis naciones en las llamadas Guerras de los Balcanes, llevo a la constitución de siete nuevos estados. En estos enfrentamientos participaron los Estados Unidos de América, que, entre otras hazañas, bombardearon la ciudad de Belgrado durante 28 días. La disolución de la Unión Soviética al igual de lo ocurrido con Alemania tras la segunda guerra mundial fue seguida de la pérdida de poder y de influencia, y de un trato humillante. Así lo perciben los rusos, una situación que día tras día se está agravando.

La reunificación de Alemania se produjo oficialmente el 3 de octubre de 1990. Para conseguirla, Alemania tuvo que reconocer oficialmente las fronteras que se le asignaron en 1945, que representaron la perdida de amplios territorios a favor de Polonia, Lituania y Rusia. Conviene recordar que, al acabar la guerra, más de 12 millones de alemanes que vivían dentro de las naciones vecinas fueron expulsados de sus hogares y perdieron todo a manos de sus vencedores. Recuerdo muy bien la caída del Muro, ya que entonces yo vivía y trabajaba en Alemania. Las grandes manifestaciones que siguieron a la caída se expresaban con una frase y un deseo: Somos un solo pueblo. La fuerza de aquellos 12 millones de alemanes y sus descendientes se está manifestando hoy en día en nuevas políticas, que no por casualidad reclaman el derecho a recuperar lo perdido tanto en propiedades como en territorios. Estos son los mapas de nuestros hijos.

Quizás hoy estamos asistiendo a hechos nuevos que como en los últimos cien años, crearan nuevas fronteras. Y la posible partición de Ucrania, así como la unificación de Rusia y Bielorrusia, nos están avanzando esos cambios. También son muy relevantes: la reciente recuperación por parte de China de Hongkong y Macao y la probable y cercana recuperación de Taiwan. Los pueblos conservan en su espíritu los recuerdos de mejores tiempos pasados, y sus raíces profundas reviven una y otra vez. Si hemos de crear un nuevo equilibrio que mantenga la paz, me atrevo a adelantar algunos hechos necesarios: la paz entre Rusia y Japón que equilibrará correctamente la situación de Asia, y la amistad entre Rusia y Alemania que creará un equilibrio eficaz en Europa. Si ese acuerdo entre Rusia y Alemania no se alcanza, la guerra en Europa fatalmente ocurrirá. Espero que nuestros lideres políticos prefieran cuidar de sus pueblos y de su bienestar en ver de sacrificarlos en nuevas guerras. De no hacerlo, nuestros nietos verán cambiar no solo los mapas de sus vidas sino sus posibilidades de futuro.

Antonio Germán. Ingeniero y empresario