En días de un confinamiento tan inusitado para nosotros, que incluso los comentarios de nuestros abuelos y padres de la trágica guerra vivida que nos parecían de otro planeta, nos hacen que podamos  razonar con argumentos actuales de la esencia de nuestra propia vida.

En un mundo donde los valores son casi todos de valor económico, donde los afectos se relajan en función de caprichos o conveniencias, ya empezamos a formularnos premisas de valoración de la familia y de sus funciones desprestigiadas, de la fuerza del contacto y del afecto,  del valor de las relaciones sociales profundas.

Cada día amanece, pero la motivación es muy diferente en función de las perspectivas planteadas dentro de nuestro plan de actuación ya no a largo plazo, sino incluso diario. Nos inunda la rutina y la falta de los tradicionales alicientes, los horarios, el trabajo, las vacaciones, la  nómina, el coche, los amigos, la charla en el bar,…

Qué poco somos  individualmente. Formamos parte de un mundo conectado y dependiente. Ni siquiera China está lejos. Valoramos  a la gente próxima conocida que está sufriendo el momento e incluso queremos arroparla. Nos sentimos humildes, muy humildes y desprotegidos y necesitamos refugiarnos en el consuelo colectivo.

¿Cuántas veces hemos sufrido algo parecido a este proceso en nuestra vida?

¿Nos ha servido de algo?   ¿Nos servirá ahora?

Quisiera marchar a dormir pero aún hay algo que me puede sorprender a estas horas de la noche. Veo que el  portal Google considera que el 23 de Abril es festivo en Aragón por ser la «Diada de Sant Jordi» y así lo aplica en los horarios de numerosos establecimientos y administraciones públicas aragonesas. Dicho error enfurece cuando no se manifiesta en otras comunidades con la misma festividad y  acrecienta «las casualidades» del portal tras la rotulación en catalán del parque de Posets-Maladeta del Pirineo aragonés.

Que ínfimo me siento en mi defensa del Chapurriau en contra de la sociedad, de poderes económicos y mediáticos, y sobre todo en contra de estos políticos de mi región que no sólo no entienden o no saben defender el problema de la desaparición del Chapurriau, sino que promocionan y apoyan a la lengua de otra comunidad que está engullendo esta lengua nuestra de Aragón.

Juan Segura