Este sábado se cumplirán ya dos semanas de confinamiento, el ecuador (al menos en teoría) de un estado de alarma y lucha contra la pandemia del Covid-19 para la que, obviamente, no estábamos preparados en ninguno de los ámbitos a los que afecta esta crisis sanitaria, económica y social. A la espera de llegar a ese pico de colapso que ya parece que se está alcanzando en Madrid, desde sus casas confinados miles de ciudadanos no pueden evitar adelantarse al futuro sobre una incertidumbre que asfixia. La gestión de la crisis está revelando día a día los errores abultados que se han cometido, pero también una forma extraordinaria de coordinarnos con exiguos medios para poder afrontar una situación sobrevenida que en quince días ha activado mecanismos de envergadura histórica tanto en materia logística como en las redes de apoyo voluntario que están colapsando de manos tendidas a numerosos sectores. Las voces reclamando material sanitario, atención para los más vulnerables y exenciones económicas para sobrevivir a este tremendo estado de alarma necesitan una respuesta rápida y prudente pero sin paños calientes. Debemos confiar en nuestras instituciones y agentes sociales, cuyas líneas telefónicas deben estar abiertas para redoblar un esfuerzo que permita que cada historia individual sea resuelta. Y los ciudadanos deben escuchar y actuar como se les está indicando, tratando de aportar todo lo que esté en su mano para gestionar por sí mismos las situaciones que puedan y no sean urgentes. Ni se va a una farmacia a comprar una crema solar, ni a la compra cada día, ni a pasear al perro a tres kilómetros de casa.

Nuestra administración local está dando de sí el máximo, al igual que los sanitarios, trabajadores de residencias, farmacéuticos, fuerzas de seguridad, agricultores, autónomos, o pymes. Ver cómo empresas cerradas se afanan en crear mascarillas, pantallas protectoras, o donar alimentos; comprobar la labor enorme de los empleados de los centros de mayores, o que alcaldes de pequeños pueblos llevan la compra a sus vecinos y hacen sonar «Resistiré» como bando municipal a las 20.00 cada día es el mayor abrazo que se puede recibir en días en los que está prohibido el contacto. Esa mirada de cariño deberá seguir, muchos meses, cuando la crisis sanitaria pase para evitar que nuestras empresas cierren y nuestros vecinos pierdan su empleo. Ese será un enorme reto en el que todos deberemos dar la talla.

Editorial