Comencemos este articulo con una reflexión, una lengua es la herramienta que utilizamos las personas para comunicarnos. Una lengua es un bien inmaterial que no tiene vida propia, su vida se la dan sus usuarios, sin ellos, sin usuarios, no puede existir ninguna lengua. Por lo tanto, las lenguas no pueden por si mismas enfrentarse, o rivalizar entre ellas. Son las personas (sus usuarios) las que las utilizan como excusa para enfrentarse, rivalizar, e incluso para imponer sus ideales a otros.

También es cierto que aquellos usuarios de una lengua tienen todo el derecho del mundo a llamarla como ellos consideren oportuno, y a darle el uso que ellos también consideren adecuado, estableciendo y decidiendo ellos mismos de forma soberana sus propias formas orales y escritas. Tienen también derecho reconocido por la ley para su conservación. Todos los usuarios de una lengua son garantes de su memoria histórica y también son los que deciden su evolución futura. Así debe ser, sin injerencias externas.

Todo esto que parece tan claro, tan simple, tan elemental, se nos olvida a los seres humanos cuando nos mueven intereses de diversa naturaleza, culturales, políticos, económicos…. Es entonces cuando solemos utilizar la lengua como una excusa para alcanzar esos objetivos. Y empleamos una cosa inmaterial como una poderosa arma destructiva. Al principio como un pretexto para lograr nuestros objetivos, pero a medida que pasa el tiempo y no logramos lo que pretendemos, vamos endureciendo nuestra estrategia y es entonces cuando convertimos una lengua en un arma muy poderosa, alimentada con indecentes cantidades de dinero para que tenga el mayor alcance posible.

La realidad no debería ser así, los enfrentamientos sólo generan conflictos entre vecinos, las imposiciones tienen un nombre claro, dictaduras, y las excusas simplemente maquillan la realidad. El progreso llega a partir del diálogo y del respeto. Debemos tratar a las lenguas vecinas de tú a tú, con diálogo y respeto, pero sin complejos de inferioridad y, por supuesto, debemos exigir el mismo trato para nuestra lengua.

Nosotros, unos cuantos miles de habitantes del Bajo Aragón histórico tenemos una lengua propia a la que con todo el derecho y respeto del mundo le llamamos chapurriau. La hablamos desde hace muchísimos siglos, y es tan antigua como las lenguas que la rodean. Nuestro chapurriau tiene tan sólo un obstáculo, que es una lengua pequeña, que se habla en un reducido territorio, y que tiene pues, menos hablantes que sus vecinas. Esto no ha sido inconveniente para que hayamos convivido en paz durante más de ocho siglos con ellas, aunque en la actualidad no ocurre así.

Queremos volver a convivir en paz, al margen de batallas políticas y económicas. Sólo pedimos dignidad y apoyo para preservar nuestras raíces y nuestra lengua, el chapurriau. Por favor, ayúdanos.

Cristina Gil Pina (Torre del Compte) – El mundo del chapurriau