Me llaman «rodillo de la censura». Bueno, a mí y todas las compañeras que nos encargamos de moderar los comentarios de lacomarca.net. No se piensen que es fácil dilucidar los límites de la libertad de expresión, y menos cuando tengo más dedos en las manos que personas que firman con nombre y apellidos. Me divierte ver como algunos usan siempre los mismos apodos, y como otros, en un espejismo de inteligencia, los cambian pero repiten el correo.

«¡Qué rueden cabezas!», ha sido la frase estrella en este fin de semana de aglomeraciones y macrobotellones en Alcañiz. Que si no ha habido fiestas, pero fíjate lo que ha pasado por MotoGP. Que a los de fuera se les habilitan párquines para beber y los de aquí, claro, se han tenido que ir al monte. Que dónde estaban los agentes. Los leo y me viene un déjá vu con fecha del 14 de marzo de 2020, cuando nos tuvieron que confinar porque sabían que no íbamos a estar a la altura de las circunstancias. ¿Cuántos se hubieran quedado en casa por voluntad propia? Hoy, todavía no he visto a nadie escribir sobre responsabilidad individual, la que deberíamos aplicarnos los que vivimos aquí y los que vienen de fuera. Queremos libertad, pero viene un campeonato mundial a ponernos a prueba y terminamos anónimamente exigiendo responsabilidades a terceros. Falta poco para que publiquen poemarios dedicados a las restricciones, que tanto amor-odio provocan.

María Celiméndiz. Mejor con vino