De la experiencia que estamos viviendo no saldremos indemnes. En muchos momentos, seguro, hemos tenido que refugiarnos en la banalidad para sobrellevarlo. Pero en el fondo, somos conscientes de la gravedad de la situación. En estos días, el país está de luto. Han sido muchas las personas fallecidas, muchos días de trabajo hasta la extenuación del personal sanitario, muchos días confinados, trabajando en casa, bajo un ERTE o directamente en el paro, sin ver a la familia ni a las amistades. Mientras las medidas de aislamiento se van relajando con la desescalada, la alegría de vernos por las calles no nos debe hacer olvidar que todavía no hemos vencido al COVID-19. Son bastante insensatas algunas expresiones que reclaman libertad sin percatarse de que ceder espacios de libertad para salvaguardar la salud de todos sigue siendo hoy condición necesaria para la vida. Por supuesto, todos defendemos la libertad, no faltaría más, pero sabemos que poco la disfrutaríamos si acabáramos infectados en la cama de un hospital. Escuchemos y atendamos los mensajes, algunos de ellos bien duros, del personal sanitario, a los que debemos un inmenso agradecimiento y respeto. Lo que nos están pidiendo quienes han salvado vidas es responsabilidad: que seamos responsables en nuestro comportamiento cotidiano. Que por el bien de todos sigamos respetando las normas disciplinadamente.

También necesitamos acuerdos. El acuerdo hoy, entre las fuerzas políticas y también en la sociedad civil, es vital. Acuerdo a todos los niveles. No es tiempo de cálculos partidistas sino de sumar esfuerzos. Necesitamos forjar acuerdos para reconstruir lo que estos meses se ha destruido, para transitar hacia una economía más innovadora y más respetuosa con la naturaleza (algunos informes achacan la proliferación de nuevos virus a la destrucción de los ecosistemas naturales). Habrá que llegar a acuerdos para fortalecer, con personal e inversiones, el sistema de sanidad pública, para dedicar más recursos a la investigación, médica y general, porque el conocimiento abre vías no sólo a la buscada vacuna, también a yacimientos de trabajo orientados a opciones menos consumidoras de materias primas agotables. Además de acuerdos, cultivemos juntos aspiraciones y deseos de mejora social. Pensemos en tantos ancianos fallecidos. ¿Vamos a seguir orillándolos en los márgenes? ¿Por qué no poner en marcha iniciativas de convivencia más integradoras de las distintas generaciones? Ojalá que la huella que deje en nuestras vidas esta pandemia sitúe el cuidado en el lugar simbólico y material que merece.

Carmen Magallón