Hay señales premonitorias que dan mucho yuyu. No es que sea supersticiosa, pero las señales del más allá ayer en Andorra terminaron de cerrar el estómago de más de uno. En plena reunión con un centenar de personas por la transición justa en la Casa de Cultura, corrió como la pólvora que la iglesia del pueblo estaba siendo clausurada. Precisamente cuando nuestros principales agentes sociales y políticos estaban realizando un verdadero acto de fe y contrición para creer en la buena voluntad del Ministerio de Transición, se cerró la puerta del principal lugar de oración de la Villa. ¡Dios bendito! Ya casi ni tienen donde ir a rezar, que es lo poco que les queda a los habitantes andorranos para lograr que alguien cumpla su palabra. Se requiere ser muy creyente para tragarse tantos sapos, culebras y promesas que en más de un año no han traído ni una sola realidad. Es verdad que el agua bendita no lo resuelve, a no ser que llegue al campo en unas tuberías kilométricas elevadas desde el Ebro… pero, no me digan que no da mal rollo no tener siquiera abierta la puerta de la iglesia. Ya se han cerrado las minas, la Central ha parado sin un solo compromiso cumplido, y el famoso plan de transición justa se dilata a octubre. Lo veremos, si Dios quiere, coincidiendo con la caída de la hoja, oigan, que nos vendrá muy bien para darnos paseos otoñales mientras preparamos las letanías. Tienen más razón que un santo quienes ayer urgían respuestas y se mostraban escépticos. Siempre nos quedará subir a San Macario, cuya faena esta Semana Santa va a ser buena… Sonarán los tambores a todo trapo, hasta desfallecer, que eso siempre desquita y quién sabe si en vez de nubes en forma de borrasca, trae garra y optimismo para salir adelante unidos.

«Reunión de pastores, oveja muerta», dice el refrán por estas tierras. Y en Andorra saben mucho y bien de las dos cosas. La macrorreunión no nos trajo solución… ni conclusión. Quizá el problema es que no invitaron al cura al evento, váyanse a saber… Pastores había muchos, no de la iglesia sino de nuestra tierra, cuyos proyectos y necesidades se lleva a Madrid, otra vez, para apilarlas allá donde tengan las reclamaciones de los últimos meses de alcaldes y agentes sociales; así como el diagnóstico del propio ministerio; los proyectos empresariales que se cuentan ya en más de medio centenar; el amplio análisis que elaboró nuestro parlamento regional el año pasado y cuya aplicación debería ser como el Evangelio. Ovejas también hay muchas, muertas todavía no, oigan. Todos somos borregos a fin de cuentas, unos con más aceptación en el rebaño que otros, pero rumiantes de pensamientos al fin y al cabo. Nos lo diría el Pastor de Andorra, don José Luis Iranzo. Y seguramente también que en esto de hacer la digestión del futuro en dos etapas, primero ingiriendo el menú que nos venden y más tarde regurgitándolo para alimentarnos, estamos solo en la primera fase. Rumiémoslo bien pues, no nos vayamos a tragar algo tóxico.

Eva Defior