Concluye otra semana, convulsa. Como la anterior. Una situación violenta, de guerrilla en la calle, de miedo, de comercios destrozados, viajes cancelados y otros a punto de hacerlo. Y políticos electos, reyezuelos de taifa que por un lado alientan el conflicto, y por otro lado mandan al matadero a la policía autonómica, e incluso amenazan con expedientarlos por actuar «desproporcionadamente», cuando los auténticos delincuentes que tiran cohetes a los helicópteros de las fuerzas de seguridad y hacen hogueras y tratan de volver a la «rosa de fuego», quedan impunes.

Y entre tanto un gobierno central, inepto, completamente vendido, que no actúa para mantener la poltrona. Que dice que no ve motivos. Y la Guardia Civil y la Policía Municipal, así como la Guardia Urbana de Barcelona siguen atados de pies y manos. Es más importante desenterrar a gente muerta hace 44 años y seguir fomentando la crispación en vez de centrarse en intentar poner remedio a una situación catastrófica y crear oportunidades de mejora.

Siento pena, mucha pena. Porque en una situación de enfrentamientos internos y desgajamientos intestinos todos nos volvemos más débiles a la par que hacemos a otros más fuertes sin que tengan que hacer otra cosa para conseguirlo. No gana ningún bando. Ganan los que fomentan la creación de esos bandos que jamás deberían haber existido.

Flaco favor a la causa hacen los radicales que únicamente se concentran en destruir lo que otros han creado e intentan crear para mantener a sus familias. No se puede luchar por una tierra arruinándola, por mucho que se alegue que es un sacrificio por un bien superior. Pero la situación tiene unas causas que se hunden en el tiempo.

Demasiada permisividad de los sucesivos gobiernos, sean del signo que sean. Demasiada laxitud. Y aquellos polvos traen estos lodos. La gota de nieve, que se podía haber contenido con un dedo se ha convertido en una bola enorme que es muy difícil de detener. El hilillo de agua que no hacía ni un manantial es una riada que ha roto una presa mal construida.

Veremos lo que deparan las elecciones. Estaremos atentos a la reacción de la gente. No digo nada ni quiero hacerlo. Pero son precisas soluciones, y se necesitan desde hace ya bastante. Me da igual quién las tome, mientras las tome.

Concluyo estas líneas con una sensación de intranquilidad, en medio de un cambio horario que no me gusta en absoluto, que hace que oscurezca pronto. El mundo sigue girando pese a nosotros. Y lo seguirá haciendo pase lo que pase con Cataluña y con el resto de España. Ojalá la tormenta otoñal remita, y que lo haga lo antes posible. Que cesen las disputas entre familias, entre vecinos. Y que al margen de las ideologías se pueda volver a vivir con armonía y respeto y que el infierno se convierta en el paraíso que siempre había sido.

A más ver, amigos. Y feliz semana, a pesar de todo.

Álvaro Clavero