Felicidad es saber que tus seres queridos están a salvo. Felicidad es comprar regalos en el comercio local y sentir que construyes; es ver los balcones decorados, escuchar las risas de los niños y pasear por las calles con vida, pese a todo. Felicidad es comer en un restaurante cercano (mientras puedan) o helarse de frío en una terraza tomando un vermú. Felicidad es cenar en Nochebuena sin miedo a que te disparen (aerosoles) o tener que llevar encima un revólver cargado (de virus). Felicidad es cerrar los ojos en tu cama y saber que vas a encontrar una sorpresa al día siguiente. Que ese regalo sea protección. Felicidad es estar seguro de que en enero vendrá el principio del fin del maldito virus, ver un horizonte y poder avanzar hacia él.
Felicidad es ser conscientes de que sabemos cómo escapar del covid por nosotros mismos, sin demasiado esfuerzo. Felicidad es ser capaces de huir de la burbuja ombliguista, de las celebraciones impuestas y la melancolía. Nos echaremos de menos, por supuesto, y lloraremos las ausencias, pero la verdadera nostalgia, la irreversible, es la que trae la muerte. Lo saben bien más de 48.000 españoles y sus seres queridos.

Felicidad es poder vernos con mascarilla y sonreír con los ojos hasta nueva orden, o a través de una videollamada, o una fotografía. Tenemos inmensas posibilidades. Felicidad es sabernos afortunados y poder empezar a planificar cómo serán los abrazos del reencuentro. Felicidad es ver cómo los más pequeños, quienes viven la verdadera ilusión navideña, son grandes y se adaptan como si nada inyectando energía en millones de hogares.

Felicidad es haber podido llegar hasta aquí hoy para dar las gracias. Gracias al poder de la ciencia, que en menos de un año ha logrado un antídoto milagro; al sobreesfuerzo de la medicina que nos ha hecho creer en que todo es posible en lugares tan carentes de medios como este entorno rural; al empuje de las pymes, la hostelería, el comercio que han resistido lo indecible; gracias a las asociaciones que han sido intermediarias de la solidaridad; a las residencias, que han sufrido en primer frente de batalla con una entrega inusitada; a las instituciones más cercanas que han llegado rápido a resolver situaciones tremendas; y a miles de personas, la gran mayoría, comprometidas y que han detenido el avance del virus con su día a día responsable.

Felicidad es que estas líneas lleguen a ustedes tras un año tan difícil en el que en La COMARCA nos hemos sentido más necesarios que nunca para informarles y acompañarles. Por los que se fueron, por los que siguen en los hospitales, por los mayores, por los que han renunciado a tanto, por los que siguen construyendo: salvemos la Navidad, pero de verdad. Les deseo unos felices días y un año verdaderamente nuevo.

Eva Defior