Mañana es un día señalado para los agricultores, su santo patrón. Los que me conocen saben a la perfección que no me dedico a esa noble actividad, pero sí que soy hijo, nieto y defensor de esta profesión. Está repleta de gente trabajadora y es la causante en esta provincia y en el Bajo Aragón del asentamiento poblacional y del mantenimiento de nuestros pueblos. Sin ellos sería mucho más complicado.

Es fundamental para la economía de nuestra provincia y también el sector más importante de nuestro territorio. Lo es porque generan una gran cantidad de puestos de trabajo, a pesar de la dureza que tiene esta actividad que tiene que mirar día sí y día también al cielo para que lleguen las aguas necesarias, pero no el hielo, granizo u otros fenómenos meteorológicos que hagan perder el trabajo de meses. Y también miran al mercado para que, en un contexto dominado por los intermediarios, no pongan en serio peligro la viabilidad de sus explotaciones y su futuro.

La agricultura no es una tarea sencilla porque está repleta de dificultades. A las propias de la actividad hay que sumar una política agraria común que es distinta según las provincias, con el agravio comparativo que supone; y con una ordenación del territorio desigual, con unos regadíos necesarios para lograr la rentabilidad pero que no llegan como nos gustaría.

El Bajo Aragón es un importante territorio agrícola en nuestra Comunidad, que posee una arteria nacional en forma de agua como es el Ebro. A pesar de ello, no recibimos ni un solo litro que encima tenemos que aportar. Si esto fuera poco, también tenemos unos costes de producción cada vez más altos, una necesidad de herramientas que aumentan con el paso del tiempo y unos precios que no se revalorizan en la misma dimensión.

Con todas estas dificultades, los agricultores luchan con todas sus fuerzas, persisten en una forma de vida convertida en profesión y sin vacaciones y fines de semana. Las cuarenta horas de trabajo semanales son una utopía para ellos, pero gracias a estos profesionales comemos productos saludables y de calidad garantizada.

Por todo esto y por muchas cosas solo me queda decir: muchas gracias y viva San Isidro labrador.

José Miguel Celma – PP Torrecilla de Alcañiz