Está muy preocupado todo el país por las macrofiestas que se puedan celebrar en Madrid para San Isidro. Se ha reforzado la seguridad y hay quienes reclaman pedir amparo incluso al ejército para contener las hordas de personas celebrando en las calles botellones. La exaltación de esta malentendida libertad que causa la muerte y la falta de respeto por quienes sufren y están sufriendo son bochornosas. En una comunidad de siete millones de habitantes siguen siendo una minoría estos sinvergüenzas, una minoría muy ruidosa. Tanto es así que ocupa todas las aperturas de los informativos, las portadas y los debates. Son los mismos que se reunían a escondidas sin pudor desde hace meses, pero ahora ya no tienen que ocultarse.

Mañana es San Isidro Labrador y en Madrid también lo celebran como tercera comunidad perceptora de las ayudas de la PAC, caballo de batalla de los pequeños agricultores del resto del país. Veo el mapa que ocupan las comunidades autónomas que ayer firmaron el «pacto de Albarracín» por una fiscalidad diferenciada para las empresas de las comarcas despobladas. Rodean Madrid como si fueran el perímetro de un campo de fuerza lejano. Es la España interior, cuya reivindicación solo ocupa hoy las portadas de los medios de proximidad mientras el debate del día sigue siendo si Ayuso impone horarios o el significado del corte de coleta de Pablo Iglesias. En Castilla La Mancha, Castilla León y Aragón, donde ocupamos juntos casi la mitad de la extensión del país, no se celebrará mañana San Isidro por prudencia, y miren que tenemos kilómetros de territorio y aire libre para hacerlo. Las cooperativas de agricultores, que han sostenido la economía en este año tan duro, esperan a un futuro en el que abrazar a su gente sin riesgo alguno. La pandemia ha puesto sobre la mesa muchas urgencias y financiación ligada a ellas. Por suerte una es la que afecta al medio rural (10.000 millones prevé inyectar el Gobierno) Este eje de desarrollo viene ligado sin duda a la presión social de estos dos últimos años y la labor insistente desde varios frentes que han logrado introducir esta realidad en las políticas del futuro, también en Europa. ¿Será materializable para facilitar el crecimiento de nuestro territorio? Hoy se reúnen con la ministra de Reto Demográfico responsables autonómicos, veremos si Teresa Ribera es capaz de aterrizar tantos compromisos que, de momento, no se traducen en casi nada… solo hay que darse un paso por Andorra y su esperada «transición justa» para constatarlo. «Que nadie se quede atrás» de momento no ha pasado de ser un lema de campaña.

Pero es cierto que la provincia turolense lidera la reivindicación por un cambio de paradigma en el que se tenga en cuenta de forma transversal la realidad territorial, y ese es el verdadero cambio. Ayer la noticia estuvo en el tridente autonómico de Albarracín y hoy en Teruel capital, donde otro ministro, el de Universidades (Manuel Castells), presentará con el rector de la Uned en España su plan ante el reto de la despoblación. Ese proyecto cuenta con cuatro iniciativas de educación superior, investigación, empleo y tecnología. El plan se inicia con un aula en Alcañiz, donde habrá enseñanzas de Grado y Acceso a la Universidad para mayores de 25 y 45 años; el Instituto de Investigación en Humanidades y Patrimonio Histórico. Resulta que los padres del ministro se conocieron en Teruel. Hay mucha, mucha gente en Madrid que mira más allá de Madrid y comparte una causa común que nuestros representantes políticos han de reivindicar con valentía y audacia. Aunque haya parte de marketing en todo esto es incuestionable que supone un avance importantísimo en un tiempo récord. Liderar esta batalla frente a más de 8.000 municipios en todo el país con sus respectivas reivindicaciones es un motivo para, al menos, mañana tener que rezar un poco menos a San Isidro.

Eva Defior