…a la montaña. Señorías, a la vista de sus comportamientos, del tono de chorreo y varapalo de sus peroratas, a menudo, insultantes y ultrajantes, pienso que necesitan una terapia de urgencia contra el estrés y la negligencia negociadora. ¿Y qué mejor que una semanita en la montaña, costeada con una parte de esos sueldos que han cobrado y no trabajado por el Covid?

Quizá no son conscientes, señorías, del penoso espectáculo que algunos de ustedes ofrecen a la ciudadanía, que generalmente no comprende por qué permitimos que una parte de la clase política olvide cuál es la razón por la que se sientan en sus bien pagados sillones…y que sigan con sus trifulcas sobre quién tiene la culpa de algo, qué hiciste cuando estabas en el otro lado, por qué no hacen ustedes las cosas bien aunque sean las mismas que nosotros hicimos mal en el pasado o si usted es un aristócrata de cuna pero carece de ética y usted ha tenido un ancestro terrorista, aunque tal antepasado era un buen hombre que solo repartía octavillas en un tiempo en que eso era un delito. Por todo lo antedicho, considero justificadas unas cortas vacaciones montañeras de relax y con un tema de meditación común: con todos los problemas que tiene este país en este momento, porqué no somos capaces de hallar una fórmula que aparque las rencillas y ofrezca soluciones?

Quizá en la montaña se les ocurra que debemos empezar por aglutinar a un país que necesita unirse para poder afrontar el desafío vírico. Necesitamos símbolos limpios. Tenemos, claro, la bandera. En Alemania y otros países se penaliza el mal uso de la bandera del país. Aquí hemos conseguido que la bandera sólo sea -violentamente- esgrimida por algún partido y grupúsculos de poca monta, como si fuera propia. La montaña quizá les inspire que deben regular el uso de la rojigualda. ¿Se imaginan que los catalanes y vascos se manifestaran por sus intereses con las dos banderas al mismo nivel? Sería una lección de estrategia política realista. Y callaría a los intolerantes. A falta de un Churchill, nos iría bien una bandera respetada por todos.

Alberto Díaz Rueda