Durante estos días, he vuelto a Andorra, mi pueblo. He vuelto a estar con mis padres, he ido a saludar a mis abuelos, he visto a personas que hacía mucho tiempo que no las veía, he dormido en mi cama, he disfrutado de la comida de casa (¡y qué comida!)… Parecerá algo nimio, sin más, pero no lo es. El ser humano tiene la capacidad de adaptarse a las circunstancias que le vienen, a aceptar cómo llega la vida y, cuando entras en ese bucle, no lo piensas. Simplemente, actúas. Un poco cada día, de a poquito. Inmersos en un mundo de quehaceres infinitos, de jornadas laborales, de «esta semana no nos podremos ver, tengo mucho lío», de trabajos que entregar, de exámenes que estudiar… Y vamos haciendo, y van pasando los días, que se convierten en semanas, y estas, en meses. Y no nos damos cuenta de que todo cambia.

Dos meses hacía que no podía volver. Dos meses desde que el Gobierno de Aragón decidió, por el bien de todos, confinar perimetralmente la región y cada una de sus tres provincias. Como digo, cuando estás lejos de casa, no estás mal, pero cuando vuelves te das cuenta de lo que pierdes al irte. De la belleza de lo sencillo. De que a veces lo complicamos todo más de lo necesario. De la cercanía de otras personas. De que la dueña del bar te anime a dejar una manta en él «para cuando vengáis, como hace tanto frío en la terraza, me la pedís y así por lo menos tenéis las piernas calenticas». De los «hace mucho tiempo que no te veía». De que todo siga igual, pero diferente. De los, «¿y esta es tu chica? Pues si no la reconocía».

Es curioso esto. El sentimiento de pertenecer a un lugar, un sitio donde están todas tus raíces. Y volver. Volver siempre. Porque, como dice el cantautor Guitarricadelafuente del pueblo de su abuela materna, «en las Cuevas de Cañart, la vida es tan bonita, que parece de verdad». Y yo, que me voy con la maleta llena de una amalgama de ropa, tápers de comida casera, las risas de mis amigos, los días disfrutando en familia, los «cuídate, hija mía» de mis abuelos y de una nueva perspectiva, vuelvo. Yo siempre vuelvo.

Eva Bielsa