Ustedes me dirán que parezco un ave de mal agüero. ¿Veo fantasmas por todas partes? La guerra, la crisis climática, la ecología, la alimentación, el agua, problemas sociales, políticos, educativos, económicos y financieros… Pues sí, veo fantasmas, pero son tan reales que forman parte de la vida cotidiana de nuestra época. Mi ex compañero de LVG, Manel Pérez, un avisado e inteligente analista económico, nos recuerda a otro fantasma de larga vida: la crisis financiera del 2008 que estuvo a punto de hundir la economía mundial y puso a muchos países en bancarrota social y política (recuerden Grecia). En aquella fatídica fecha se produjo la quiebra de Lehman Brothers, en Estados Unidos, lo que azuzó los caballos del Apocalipsis sobre todo occidente.

Ahora son el Silicon Valley Bank en Estados Unidos y el Credit Suisse quienes se hunden en sus propios errores (ambos llevan dos años dando pistas de que iba a ocurrir esto). La pérdida de credibilidad de la Banca mundial es el canto del cisne del capitalismo neoliberal, aunque no hay Plan B, no hay un sistema que lo sustituya de una forma racionalmente efectiva. El terremoto bursátil arrastra a la baja a todo el sector bancario.

Por eso han salido los Bancos Centrales, garantizados por los Estados, a dar la cara por los colegas díscolos y demasiado imprudentes. Quizá al menos el banco suizo, cuando las aguas se calmen, desaparecerá discretamente. Mientras, el BCE, el banco central de la eurozona, ha intervenido para controlar la situación. A la Banca le facilitan una salida por la puerta trasera, a pesar de ser responsables de políticas de gestión de carteras, como mínimo discutibles y censurables.

Los inversores y clientes de la Banca Mundial desconfían de esas instituciones regidas en muchos lugares por auténticos kamikazes de la codicia y la ausencia de ética, bajo un sistema financiero no transparente y unas megabancas con un poder tan grande como su soberbia y falta de honestidad. Las finanzas que escapan a los controles más estrictos, los «rincones oscuros «del sistema financiero, forman un poder en la sombra gigantesco, inimaginable, que podría rondar los 230 billones de euros. Su lema: el beneficio más grande, en el menor tiempo posible. No saben quién debe a quién, ni cuánto, ni si podrán pagarlo.

Actúan como trileros, que apoyan los espejismos de las criptomonedas o invierten en firmas que ofrecen altos rendimientos en poco tiempo y estallan un día como burbujas con demasiado gas. Operaciones especulativas de alto riesgo que, me temo, pagaremos los de siempre, los ciudadanos de a pie.

Alberto Díaz Rueda. LOGOI