En los años noventa visité Bruselas y me asombró ver la gran cantidad de políticos y funcionarios de todo tipo y condición que servían en las Instituciones, Organismos o Agencias de la Unión Europea. El fin de semana Bruselas se quedaba vacía pero el lunes se transformaba en un hervidero de gente políglota bien trajeada. Me asustó tanta burocracia, y un alto ejecutivo me dijo: «No te asombres, esto es más barato que una guerra, y gracias a esto no tenemos guerras». ¿Cómo están evitando ahora la guerra de Ucrania? Hoy, en las instancias comunitarias hay 74.464personas (según Boletín oficial de febrero 2022), de las cuales 10.031 están en el Parlamento, 3.136 en el Consejo y 30.883 en la Comisión. De ellas más de 6.000 son españolas. Pido perdón anticipado, pero en Bruselas hay mucha burocracia y mucha interesada estupidez. Desde luego, si creo que van a arreglar el mundo desde allí… soy un estúpido.

Por cierto, mi hermana preferida me han regalado un librito «Breve tratado sobre la estupidez humana» de Ricardo Moreno, que he leído de un tirón aprendiendo mucho, por ejemplo algo que ya intuía, que las ideologías son como jaulas de las que no se puede salir y que impiden pensar, dudar o razonar y lo que es más gordo, que sirven para disimular la ausencia de ideas. Dice el autor que «las ideologías prestan a quienes carecen de ideas el mismo servicio que las pelucas a los calvos». Lo que más me molesta es cuando intuyo que la estupidez de algunos «ideólogos» está subvencionada. Se me pone cara de póquer… por estúpido.

Y es que lo de Putin no tiene nombre, salvo Vladímir. Es posible que de niño en su escuela soviética le inculcaran que el diablo era el capitalismo, o sea Occidente, con un algo de razón pero estupidez en estado puro…

Menos mal que por fin está lloviendo. Me encanta la lluvia siempre que no sea torrencial. Cuando llueve en Zaragoza adivino quién es de pueblo y quien es de capital. Los de pueblo tienen cara de felicidad, van mojándose o protegiéndose de la lluvia con la sonrisa puesta. Los capitalinos van molestos porque se les mojan las gafas y la ropa aunque lleven gabardina o el pelo aunque usen sombrero. Unos caminan bajo la lluvia, los otros simplemente se mojan. Decidme estúpido, pero estoy encantado de ser de pueblo.

Miguel Caballú. Cartas a Abel