Todos los que formamos o formaremos parte del casi que privilegiado grupo de población activa empleada, queremos y constantemente buscamos mejores condiciones, y también, por supuesto, salarios más altos. Esta suele ser la medida con la que los partidos intentan seducir a un electorado cada vez más indeciso y fragmentado, presentándolo más como una conquista social que como una efectiva medida económica. Pero, ¿es bueno, es malo subir el salario mínimo?

Una subida del salario mínimo, en el caso de España, se establece por medio de una ley que decreta la prohibición de trabajar por debajo de una cierta remuneración. Así, y tal y como ha propuesto recientemente el Ministerio de Trabajo, el salario mínimo que toda persona con trabajo en España debería de percibir -a falta de que esta medida sea definitivamente aprobada- sería de 1.000 euros al mes repartidos en 14 pagas.

A simple vista esta medida puede verse como algo muy positivo, especialmente entre los sectores más débiles de la sociedad, pues si incrementamos el salario mínimo, el poder adquisitivo de los trabajadores aumenta, y con ello, su consumo, su nivel de vida, etc. Sin embargo, esta subida aboca a los trabajadores a la reducción de empleo.

¿Cómo que a la reducción de empleo? Si un trabajador contribuye mensualmente a los ingresos de la empresa en la que trabaja -pongamos que 700 euros- en menor medida de lo que está establecido el salario mínimo legal exigido -965 euros en la actualidad-, es probable que el empresario opte por prescindir de esa fuerza laboral o por reducir sus horas de trabajo. Además, otro factor a tener muy en cuenta es la digitalización y el desarrollo tecnológico de la producción, lo que, además, puede que nos lleve a un escenario en el que sean las máquinas las que sustituyan por completo a los humanos.

No obstante, el incremento del salario mínimo, el paso de 965 a 1000 euros mensuales que propone el Gobierno, no es el único problema. También debemos tener en cuenta los demás costes que directa o indirectamente se asocian al incremento, como las pagas extra y los pagos a la Seguridad Social, que en su mayoría son asumidos por las pequeñas y medianas empresas, las cuales recurren irremediablemente al despido para evitar un cierre definitivo, y cuya situación es en muchos casos crítica, sobre todo después de la crisis devenida por la COVID-19.

¿Esto significa que no se pueden subir los salarios y mejorar el nivel de vida de la sociedad? Si hay pocos trabajadores disponibles en el mercado laboral y mucha demanda por parte de las empresas, es probable que los salarios aumenten para atraer a esa oferta laboral. Sin embargo, el escenario actual no es tendente a esta situación, pues no contamos con una alta tasa de empleo, ni tampoco con incentivos para la creación de nuevas empresas. Quizá deberíamos aprender de países como Suecia, Noruega, Islandia o Singapur que, pese a no contar con salarios mínimos regulados a nivel nacional, poseen un alto grado de progreso económico y bienestar general.

Aarón Ferrando. Reflexiones de un aprendiz