Día décimoctavo. A estas alturas la fauna empieza a tomar las calles. Como en uno de esos episodios de «La Vida sin nosotros», los índices de contaminación están bajando y la capa de ozono dicen que se está recuperando. El planeta toma el aire que no tomamos nosotros. Y esto nos debería hacer reflexionar.

Los animales entran en los pueblos y en las afueras de las ciudades y poco a poco recuperan, reconquistan, el espacio que les fue arrebatado por nuestra especie. Lamentablemente sigue muriendo gente, sobre todo la más sensible, la más débil y los mayores. Muy triste.

El confinamiento es superable. La desesperación de no salir puede calmarse con entretenimientos variados. Pero la pena que sienten las familias de las víctimas del virus, tiene que ser horrible. No quiero ni pensarlo. Por si fuera poco, algunas funerarias aprovechan las circunstancias para especular. Lamentable, como aquéllos que se creen muy listos y salen todos los días con alguna excusa barata exponiéndose y exponiéndonos al contagio nocivo.

A nivel económico, las consecuencias son duras ahora. Y posiblemente serán peores al concluir esta situación. Como en las postguerras. Ojalá me equivoque. Y ojalá que toda la tormenta por la que estamos pasando sirva para que aprendamos un puñado de cosas útiles.
Sin embargo la gente continuamos ayudando. Mucho más que la mayoría de la clase política. Dentro de la dureza del panorama actual hay que destacar el altruismo de vecinos, conciudadanos, paisanos. Algo tan diminuto como un virus tiene la virtud de igualar a la gente e igual contagia a mendigos que a príncipes y primeros ministros, aunque sólo sea en eso.

Ésa es una de las conclusiones. Otra, que debido a la coyuntura algunos sectores aprovechan para especular y dar otra vuelta de tuerca a aquéllo que nos asfixia: mayor especulación en casos como el que comentábamos más arriba; más control sobre nuestros movimientos con aplicaciones en los teléfonos móviles que presumiblemente se seguirán utilizando cuando pase todo esto; menos rebajas de impuestos de las anunciadas. Y en fin: de todo lo que podamos imaginar, un poco.

La iniciativa privada ha traído más material de protección que el Gobierno que debería traerlo. Y en menos tiempo. Y de forma más barata y eficaz. Las empresas españolas que fabricaban los test contra el coronavirus parece ser que fueron ignoradas por el Gobierno, cuando hizo esa especie de pedidos tan extraños e ineficientes a la par que caros a una empresa fantasma de China. Vaya usted a saber. Son tiempos en los que las verdades y las mentiras van juntas y mezcladas de forma homogénea.

Pero al final ya han llegado las golondrinas. Más tarde que otros años. Pero ya han llegado. Y el cambio de hora que hace las tardes más largas. Aunque casi da igual porque en estos tiempos de clausura la climatología del mundo exterior casi es lo de menos. Antes de terminar el invierno empezamos otro invierno simbólico, ya aquel cada vez más lejano 14 de marzo.
Y seguimos aquí, que es lo importante. Seguimos, que es lo que tenemos que hacer. Aunque no veamos aún la luz al final del túnel, aunque las nieblas nos rodeen, por encima de aquéllas siempre brilla el sol y brillará por mucho tiempo. Y será verano. Mucho ánimo y buena semana, dentro de lo posible. A más ver, amigos.

Álvaro Clavero