Asistimos atónitos al desembarco masivo de proyectos de energías renovables en toda la provincia. No menos importancia tienen las líneas de evacuación de estas infraestructuras, alguna de las cuales tienen también contestación social y administrativa. Una vez más, este territorio parece haber sido elegido para extraer sus recursos naturales, como si se tratara de una colonia en manos de potencias extranjeras.

Energía que no irá a alimentar nuestra industria, sino las de territorios vecinos donde, allí sí, creará puestos de trabajo y riqueza, dejando aquí unas cicatrices en el territorio y en los paisajes para generaciones futuras. Este es el mensaje que el pasado 13 de marzo miles de manifestantes llevaron hasta Zaragoza. Es fundamental que la opinión de la ciudadanía sea tenida en cuenta. Que se promuevan proyectos sólo en aquellos territorios en los que haya acuerdo, existan unas contrapartidas justas y no haya impacto ambiental. Y en los que no lo haya, no. Así de sencillo, así de complicado.

Mismo panorama con las empresas extractivas de arcillas. Se llevan la materia prima de nuestros territorios a cambio de unas migajas del pastel y de unos pocos puestos de trabajo. El valor añadido se genera en la industria levantina, comunidad donde tributan y pagan sus impuestos, mientras aquí quedan carreteras destrozadas por el continuo flujo de transportes de gran tonelaje, que pagamos con nuestros impuestos todos los aragoneses. Al final de su vida útil sólo quedan espacios naturales que, una vez esquilmados, quedan abandonados a su suerte. En algún momento tocará negociar este tema para que no sólo se beneficie una parte y se penalice a otra, llegándose a acuerdos donde todas las partes implicadas se sientan beneficiadas.

Hasta entonces, me queda esa amarga sensación de vivir en un territorio que está siendo expoliado. Afortunadamente hay esperanza. Somos los propios turolenses quienes tenemos la obligación de revertir esta situación. En ello estamos.

Ignacio Belanche. CHA Valderrobres