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Escucho con atención al nuevo presidente de nuestra Diputación, Manuel Rando, no lo conocía, pero transmite bastante serenidad y moderación, no veo que diga nada nuevo en lo que no vengamos haciendo todos hincapié en los últimos años: infraestructuras, servicios, potenciar el turismo, etc. males y soluciones en las que hemos conseguido un consenso general (con matices) y veo que también insiste en la idea de hablar de Teruel en positivo.

En este aspecto me muestro un tanto contradictorio, pues en función de mi estado de ánimo en ocasiones me ha parecido conveniente alzar las banderas del optimismo y de lo bueno de nuestro terruño y en otras me he dejado llevar por la mezcla de hastío y realidad, del pesimismo intrínseco acentuado de los aragoneses.

La verdad que no me cuesta mucho hablar de lo bueno, porque tengo el placer de conocerlo y defenderlo, desde nuestros productos, a las entrañas del Maestrazgo hasta el Castillo de Peracense. Teruel vale y mucho, con un poco de imaginación hasta veo en los pelados parajes de Muniesa rodajes de películas de Western que nunca llegaron y en las vías de la línea de tren abandonada de Teruel- Alcañiz el más grande paradigma de nuestra provincia, lo que pudo ser y no fue. Potencial tenemos, nuestro patrimonio, gracias al cual, tenemos pueblos que son joyas o paisajes arrebatadores.

Pero aún con nuestras peculiaridades vivimos en una realidad donde la España rural se viene vaciando desde hace décadas y donde todo el eje y apuesta de desarrollo se ha vertebrado fundamentalmente alrededor de la costa y de la capital. La baja natalidad es un reto general que no podemos atribuir únicamente a la falta de servicios o a la mejora de ayudas a las familias, cuando todos sabemos que es algo también de mentalidad, pues cada vez somos más reticentes a tener hijos.

En resumen y aunando un poco todo lo dicho, es verdad que construiremos algo mejor desde un punto de vista menos victimista, pero la fórmula requiere de la suma de una serie de factores en los que hay que trabajar, desde el punto de vista institucional hasta la mentalidad de cada uno de nosotros.

Tirar hacía delante no será fácil, pero nunca lo ha sido. Sería bueno fijarnos objetivos al ser posible relativamente bajos. Mantener y mejorar lo que tenemos y si es posible avanzar en infraestructuras o telecomunicaciones para estar mejor preparados para los retos del siglo XXI, si después le añadimos más fuerza y resultados en la atracción de nichos de trabajo, empresas, etc. tendremos bastante camino recorrido. No somos los más exigentes del mundo, pero también necesitamos algún resultado plausible, por pequeño que sea. El potencial existe y el futuro no está escrito, pero hace falta que seamos capaces de concretar las expectativas, porque el mal más grande que azuza a Teruel, y a cualquier sociedad en general, es la parálisis y ahora tenemos que hacer un esfuerzo común por evitarla.