Aún recuerdo y no hace tanto tiempo, cuando en Andorra por ejemplo los dos buques insignias del sector financiero aragonés, tenían tres sucursales, tras la unificación y años después, queda una y en sus pueblos será igual seguro. Es un fenómeno que se viene reproduciendo en toda España y que ha saltado últimamente a la palestra informativa con frecuencia, pues lo que antes parecía un mal de la España rural, el cierre de sucursales, es ahora mismo algo que se está produciendo por toda España incluidas las grandes ciudades..

Hace unos años hubo que rescatar el sector, la mayoría de lo rescatado fueron cajas gestionadas adivinen por quien, sí por políticos recolocados, qué pitos deben ser, como decimos en esta tierra, lo mismo saben de compañías eléctricas, de gestionar circuitos o de banca. También hubo que rescatar entidades privadas con ánimo de lucro, la mala praxis fue muy común aquellos años, aunque responsabilidades no pago casi nadie, consecuencia las pagamos todos.

Y ahora yo me pregunto: ¿Se rescató para que años después se cierren tantas sucursales y se despida a tantos trabajadores? ¿Se rescató para qué nuestros mayores y no tan mayores no puedan ser atendidos en una ventanilla y obligarlos a desenvolverse con una pequeña pantalla? ¿Por qué cada año se baten todos los récords de los emolumentos que se reparten directivos y ganancias del sector mientras se hace más precario el servicio que ofrecen? ¿Es normal que se cobre por todo? Por eso y por mucho más, lo llamo tomadura de pelo. Los trabajadores están sofocados, te atienden de la mejor manera y la mayoría ejercen ahora de maestros de informática tratando de enseñar cómo operar desde los cajeros. Y se necesitaba más labor didáctica en estos temas, que también hay que reconocer que a veces se hacía mal uso de los bancos y se iba en exceso para nimiedades, pero ni tanto ni tan calvo.

Todos sabemos que el mundo es desigual, que las cosas no son todo lo justas que deberían y que muchas veces lo de esforzarse para lograr algo no será siempre compensando, aparece entonces el sistema que en teoría debe velar por equilibrar un poco mediante leyes justas, pero claro cuando el que hace la ley la mitad de las veces se da la vuelta y es el primer interesado en que las regulaciones no sean muy restrictivas pues el es un potencial candidato a calentar una silla en el sector, no se puede esperar otra cosa más que fuegos de artificio. Diez años después del rescate tenemos un sector con peor servicio, más beneficios para unos pocos y el compromiso social reducido a mera publicidad en muchos casos, para colmo al igual que la corrupción, los desahucios u otros asuntos la actualidad ha devorado de la primera línea todos esos temas que hace no tanto nos ocupaban y preocupaban. Mi solidaridad con los trabajadores de uno de los sectores más castigados por las injusticias relatadas, estamos hablando de miles y miles de despidos en los últimos años.

Víctor Puch. Sal en la herida