La pandemia cumple un año de su dura entrada en España. Desde el miércoles cada día se va a ir cumpliendo un aniversario distinto referente a las medidas sanitarias más difíciles a las que jamás se ha enfrentado el territorio; de los cambios sociales más drásticos; las pérdidas más dolorosas y la situación económica más incierta nunca vista. La crisis del covid-19 nos puso hace un año frente a una inexplicable realidad que nos ha arrojado con crueldad a situaciones tremendas que jamás nos habría gustado vivir. Los sobreesfuerzos sanitarios, sociales, empresariales y políticos nos han traído hasta un marzo de 2021 lleno de luces y sombras. Pensamos que a estas alturas ya estaría resuelta la lucha sanitaria, pero no es así. Los errores han sido, y siguen siendo, injustificables (en el ámbito público y el privado) La mayoría de los brotes que nos han llevado al confinamiento incesante en Aragón se podrían haber evitado. Hoy nuestra comunidad sale de cuatro meses de restricciones que han separado las provincias, las familias y las relaciones sociales. Hay quienes desearían también cruzar las fronteras de la comunidad, pero los límites, con más o menos congruencia, deben imponserse en algún punto. Nuestra administración se ha revelado incapaz de hilar fino para atender de forma rápida y eficaz la heterogeneidad social y empresarial, regulando a través de normas que han supuesto un agravio constante para muchos, especialmente en el entorno de los pueblos, con servicios y economías frágiles. La marcha por la Dignidad Rural lo ponía ayer así de manifiesto ayer a su llegada a Teruel capital desde Beceite. Precisamente este pasado 10 de marzo se cumplió un año de la reivindicación de los agricultores pidiendo una ley de cadena alimentaria que garantice precios justos. Sin embargo la pandemia ha arrasado con casi todo. La vacuna es a día de hoy la única esperanza a la que asirse. Aunque lenta y con tremendas complicaciones, está permitiendo que los hospitales no se colapsen. El objetivo hoy es llegar a un verano con cierta «normalidad». Mirar atrás nos debe servir precisamente para eso, para saber que el levantamiento de las restricciones no implica relajaciones que nos costarán meses de sufrimiento innecesario en todos los sentidos. Este año de pandemia ha de servir para centrar el recuerdo en todo lo aprendido y reivindicar lo necesario, como las comprometidas ayudas que no llegan. También esto ha de ser lección de vida para hacernos conscientes de que el estado de bienestar garantiza hasta cierto punto nuestra supervivencia, pero solo la responsabilidad individual y colectiva de la sociedad civil entendidas en todo su conjunto será efectiva para que podamos construir el futuro con garantías de progreso.

Editorial