Ha quedado más que patente la voluntad vecinal de mantener el ferrocarril en los municipios aragoneses donde pende de un hilo desde hace años. El riesgo de perder el tren se ha consolidado con el covid, a causa del cual Adif ha encontrado la excusa perfecta para recortar frecuencias y no reponerlas en el caso de los trenes de media distancia. A esto se une la intención de DGA de dejar de financiar el servicio de trenes deficitarios que debería costear el Gobierno central y que afecta en el caso bajoaragonés a la línea Barcelona-Zaragoza que para en Fabara, Nonaspe, Fayón, Caspe, Samper y La Puebla de Híjar varias veces al día. Es un tren empleado por trabajadores y estudiantes, pese a su mal estado y abandono absoluto. Desde hace años se han venido cerrando las taquillas y las máquinas expendedoras de billetes ni siquiera funcionan. En la mayoría de los casos el revisor no pasa. Así es imposible conocer cuál es la demanda real de estos servicios, cuya contabilización es exigua. Si se vincula la demanda a su mantenimiento, Aragón tiene las de perder y el medio rural se verá nuevamente abocado a un injusto agravio ligado a la despoblación. La manifestación de este fin de semana con decenas de personas en las estaciones de ferrocarril de una treintena de pueblos aragoneses debe servir al Gobierno central como toque de atención respecto a lo que sucede en un territorio al que nadie ha venido a preguntar. En el Bajo Aragón, tierra de frontera entre las provincias de Zaragoza, Teruel y Tarragona, el olvido de la realidad del tren ha sido absoluto por parte de las grandes administraciones, que no han luchado porque sea un impulsor real del desarrollo industrial y logístico. No puede suceder lo mismo que con el tren Val de Zafán, hay que luchar por mantenerlo sin bajar la presión. En vez de suprimir líneas, debería analizarse porqué no se mejoran para facilitar la movilidad rural y así el sostenimiento de la población que sin transporte no puede desplazarse a sus centros de estudio o trabajo. Financiar los servicios públicos en función de su demanda es un argumento inaceptable y perverso que lleva décadas lastrando las infraestructuras de la España despoblada. Mientras se planifican otras grandes infraestructuras ferroviarias para las grandes capitales para el transporte de mercancías y tenemos la alta velocidad más rápida de Europa, abandonamos el cercanías tradicional, sostenible, vertebrador. El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, volvió a esgrimir esta explicación respecto al futuro de estas frecuencias de tren en Aragón la semana pasada en su visita a Canfranc. Es inaudito pretender que exista una alta demanda en trenes cuya lentitud hace imposible viajes de corta distancia, fríos, obsoletos y desvencijados; estaciones sin taquillas ni posibilidad alguna de comprar billetes. El Gobierno central y el Gobierno de Aragón han de ponerse de acuerdo para mantener el tren que vertebra el territorio, mejorarlo y lograr a través de él fijar población. Ahora hay fondos para ello, concretamente 10.000 millones de euros para el Reto Demográfico. ¿Dónde irán a parar?

Editorial