Escuchar a Borrell durante una hora larga, que sabe a poco, es asistir a una clase magistral que refuerza el sentimiento europeo, con intensa lluvia de titulares: «El siglo XXI no será el de Europa, como se había anunciado, sino el siglo de China», afirmó. Para Borrell, «China es un estado-civilización, que fue antes civilización que estado, humillada por la revolución industrial y se paró en la historia». Ahora, con cierto resentimiento, China ha despertado con fuerza imparable y, tras consolidar posiciones en África, conquista Latinoamérica sin rival.
En medio de las dos potencias mundiales, Estados Unidos y China, Europa trata de destacar como otro polo de referencia e influencia. «Al abrir la frontera a los refugiados sirios, la canciller Angela Merkel, salvó el honor de Europa», afirmó el vicepresidente de la Comisión y Alta Autoridad para Asuntos Exteriores y Política de Defensa. Borrell recriminó a Bielorrusia que utilice «los inmigrantes como arma arrojadiza contra los países vecinos», hasta el punto de que ha tenido que viajar a Irak para pedir que dejaran de enviar aviones a Minks cargados de inmigrantes engañados con el espejismo de que desde allí se podría entrar sin problema en la Unión Europea. Una crueldad, más otra en el trato recibido de los guardias fronterizos.
Josep Borrell llegaba desde Ruanda, en el corazón de África, donde acudió a agradecer la acogida de centenares, o pronto miles, de inmigrantes errantes que llevan años de marcha y estaban desesperados y humillados en campos de concentración en Libia dominados por las mafias del tráfico de personas. En dos días viaja a Latinoamérica «donde hay una creciente demanda de Europa». Reclama apoyo de gobernanza para América Central. Hizo una parada en Bruselas y el viernes por la tarde en Madrid, donde intervino en el Foro Next Educacion. «Si la Unión Europea no existiera habría que inventarla -respondió a preguntas de estudiantes y periodistas presentes- porque no hay otro lugar en el mundo que combine tanto respeto a los derechos humanos, bienestar económico y cohesión social, a pesar de las deficiencias por corregir».
La conversación con Josep Borrell siempre fue muy interesante y singular por su alta formación -ingeniero aeronáutico, catedrático de Matemáticas, máster en Economía en París y en Stanford-, por sus experiencias de gobierno, como Presidente del Parlamento Europeo y también por su compromiso entregado con España, con Cataluña -su origen- y con Europa. Pero hay coincidencia en que siempre se supera. Su esposa, Cristina Narbona, reelegida presidenta del Partido Socialista, lo explica así: «Ese contacto personal y directo con la desigualdad en Ruanda, Eritrea, Irak o en cualquier parte del mundo, le reafirma en la necesidad de que Europa debe jugar en el mundo un papel determinante de equilibrio».
Todos salimos de allí más europeístas que antes, después de haber dado una vuelta al mundo verbal escuchándolo. Volvimos a la política local con las miserias parlamentarias negociando los Presupuestos, la crónica casi social de los gestos y paseos de las vicepresidentas enfrentadas por la reforma laboral, o la nueva condena por corrupción a Luis Bárcenas y al Partido Popular. En Portugal se cae el gobierno progresista de Antonio Costas porque la izquierda, en todas partes, tiene un gen autodestructivo descontrolado. En España las encuestas pintan mal, por el momento, para Pedro Sánchez, castigado por el precio de la electricidad y la inflación sobrevenida. El invierno puede ser duro.
Manuel Campo Vidal. Periodista
Antonio German Torres dice
Apreciado Sr. Campo:
Siento una gran simpatía por Josep Borrell que a diferencia de casi todos sus colegas del PSOE sabe hacer cuentas y conoce por tanto las consecuencias de sus actos. Quizás por ello ha tenido siempre más detractores que partidarios entre los mandos de su partido. Da pena recordar que en su momento fue el candidato más votado por la militancia para presidente del gobierno y que el rechazo de Ferraz le obligó a dimitir a favor de Almunia. Ya que usted habla de la corrupción de Bárcenas, le recuerdo que la dimisión de Borrell se produjo entre otras cosas, por su implicación en el caso de corrupción fiscal de su amigo Jose Maria Huguet, jefe de la inspección de hacienda en Cataluña.
En los últimos años, ha intentado llevar a cabo una política de recuperación de las relaciones de la UE con los grandes Rusia y China. En ambos casos el fracaso ha sido estrepitoso. Recordar lo ocurrido en Rusia, que visitó para reprochar al Kremlin el caso Navalny, fue un paso más en el distanciamiento entre Rusia y el resto de Europa. Y digo resto, porque Rusia también es Europa. La humillación que sufrió Borrell en Rusia llevó a muchos eurodiputados a pedir su dimisión.
Me he preguntado muchas veces, que hubiéramos hecho en España si Gromyko, el ministro soviético de exteriores hubiera venido en 1983 a reñir a Felipe González por los asesinatos de Lasa y Zabala. Por cierto, Navalny está vivito y coleando.
Pero confío en que la edad va moderando a las personas, y que algunas iniciativas de Borrell son positivas. Pero ello no impedirá que la decadencia de la UE se acentúe. La UE vista desde USA es un caos, y vista desde China es una colección de pedigüeños. Después de casi 25 años en China, he visto con vergüenza como llegaban a Pekín o a Shanghái los ministros y presidentes europeos a firmar contratos en los que China potenciaba su presencia en Europa, sin conseguir prácticamente nada a cambio. Bueno, algo si conseguían, porque a más de uno he visto en los mercadillos de las copias, llenando sus maletas con bolsos de Vuitton o con relojes de Rolex.
Debo ser muy heterodoxo si confieso que mientras toda Europa, Rusia incluida, no formen un único y verdadero bloque, no habrá recuperación en la UE. Y no sirve el argumento de nuestros valores comunes, porque ni USA ni China los tienen, y con ellos siempre acabamos bajando la cabeza.
Pascual F. dice
Hay mucha gente que critica a la Unión Europea desde dentro. Pero me temo que para la gente corriente que necesita un estado que defienda sus derechos como ciudadano y como persona, fuera de Europa, hace muchísimo frio.
Antonio German Torres dice
En general la Union ha sido un hecho favorable. Pero podemos considerar un par de cosas para ver la realidad en su dimension correcta. 1.- Países como Suiza, Noruega o Reino Unido no forman parte de la Union, y en ellos no hace «muchísimo frio». 2.- Nueva Zelanda, Canada, Japón, Singapur y otros, no están en Europa y en muchas cosas los podemos considerar como ejemplo a seguir para nosotros. Un poco de humildad y ser capaces de reconocer nuestro peso en el mundo, no nos vendría mal.
Luis Miguel dice
Quien no tiene fe en usted soy yo. Me recuerda sus apariciones en TVE, como presentador, a favor del socialismo imperante del momento: a usted se le caía la baba. Desde ese momento he dejado de crerle, y de creer en usted.