José Antonio Labordeta nos dejó hace 9 años y en el imaginario colectivo aragonés, ningún adiós ha dejado tanta huella, ni tanto vacío. Labordeta logró lo que pocos, trascender a cualquiera de los ámbitos públicos en los que estuvo presente, para convertirse en un icono vivo que simbolizaba el amor a la tierra, a la cultura, la irreverencia y la somardez. Era alguien imprescindible a quien no hemos dejado de echar de menos a lo largo de este tiempo. Concitó el cariño del pueblo llano, de la gente de a pie que se identificó con su sencillez como nadie; alguien que subido a la tribuna del Congreso de los Diputados habló con el lenguaje del pueblo para abordar los problemas que nos afectaban a todos.

Su vacío es tan grande que no se puede cubrir y mucho menos en estos tiempos de crispación, de falta de altura y clase política. Hoy nos haría falta un buen Labordeta que pusiese los puntos sobre las íes a la hora de abordar nuestra realidad. Afrontamos las cuartas elecciones en cuatro años, y nos vamos pareciendo trágicamente a Italia; andamos a la búsqueda de alguien que nos identifique y que nos represente, porque la gente está agotada y hastiada de tanta irresponsabilidad. Tal vez a quienes mandan no les importe, pero a la gente del medio rural otro año más sin iniciativas, sin hechos concretos, nos supone un año menos. Otro año que pasa sin presupuestos, supone otro año que pasa sin proyectos que ilusionen. Y así van pasando los meses, sin que se decidan a poner remedio a tanta precariedad y tanta desidia. Nos preguntamos cómo es posible que los egos se impongan al interés general. Como es posible que un político se represente a sí mismo, y no sea la voz del pueblo; de ahí que extrañemos tanto a Labordeta. De ahí que andemos buscando soluciones desesperadas, que cristalicen nuevos partidos, nuevas iniciativas. El pueblo es así, necesitamos una chispa de ilusión, de verdad. Ya hemos votado muchas veces con las tripas, y ahora necesitamos votar con algo de corazón, con algo que nos devuelva la sonrisa que nos han robado.

El mundo se va a al carajo, el cambio climático parece no importar, los populistas ganan elecciones y las tensiones entre potencias crecen al tiempo que la inestabilidad. Dónde vamos pues. El próximo 10 de noviembre nos volveremos a dar cita ante las urnas, saltarán a buen seguro las sorpresas, pero de cualquier modo será necesario tender puentes y buscar acuerdos. El color político, sea cual sea, no puede parar un pacto estatal a favor de la España vaciada. Los líderes políticos, sean quienes sean, no pueden parar un acuerdo a favor de la lucha activa contra el cambio climático; no podemos resignarnos ante la violencia machista, ante el racismo. Necesitamos a alguien que hable nuestro lenguaje, el de la calle, como aquel Labordeta que siempre estuvo dispuesto a escuchar y hablar. Una niña de 15 años está haciendo sonrojar a toda la clase política mundial, y ha devuelto la ilusión de los más jóvenes, y los ha llamado a rebelarse, porque es su futuro, el de nuestra casa común lo que está en juego. Greta Thumberg es hoy una voz que despierta ilusión y ganas, porque habla a la cara de quienes no han querido ni quieren escuchar la agonía de la Tierra. No necesitamos a niños y niñas que vayan a un concurso de talentos, necesitamos algo de rebeldía, de ilusión; andamos a la búsqueda de referentes, de iconos. Labordeta tiró de nosotros porque su frescura y su espontaneidad eran su seña de identidad; por eso lo echamos tanto de menos, porque hay vacíos irremplazables. Necesitamos esa voz que nos llame y nos ilusione, después de tanto hartazgo.

Ángel Hernández – CHA Alcorisa