No dejo de pensar en Valentina. Hacía mucho tiempo que no la veía, hoy sé que fue demasiado. Maldigo los días en que no fui a verla, a llevarle una sonrisa, a darle calor con un abrazo o compartiendo cualquier cosa, por ejemplo cómo crece mi hija. Siempre contaba que a ella los bebés no le vinieron y que, ante su ausencia, se soñaba todavía joven viajando por el mundo para conocer cualquier lugar. Siempre admiré su capacidad de trabajo y su voluntad para agarrarse a la vida. Como su nombre significa, era valiente, activa, vital y una de las mujeres más fuertes que he conocido. Murió el martes en el Hospital de Alcañiz a causa de un cáncer que la fue devorando durante los últimos siete años. Vino de Rumanía en busca de una vida mejor, como tantos miles de nuestros vecinos. Su historia no será contada y se suma a la larga lista de anónimos que se enfrentan a su propia supervivencia, olvidando lo urgente del día a día para aferrarse a lo importante, a vivir cada instante como si fuera el último.

Se nos olvida demasiadas veces, a mi también. Y por eso pienso tanto estos días en Valentina, cuyo recuerdo me ayuda a recuperar la perspectiva, esa de aquellos días en que mi marido estuvo a punto de irse también a criar malvas. Ayer lo hablábamos, como islas en nuestros mundos estresados, sintiéndonos estúpidos rehenes de nosotros mismos, pero con la suerte de ser capaces de asomarnos al abismo de un pasado que nos recoloca. Y no puedo sino compartirlo con ustedes porque hoy no me cabe nada más relevante que escribirles: «ojo, que la vida vuela a veces demasiado pronto».

En Alcañiz sólo hay una oncóloga. El marido de Valentina lo lamentaba a la vez que agradecía el esfuerzo titánico de esta doctora, que lleva largo tiempo debatiéndose entre tirar la toalla o mantener su compromiso con cientos de pacientes. Fue la persona en la que más creyó Valentina para someterse a cada operación y ciclos interminables y consecutivos de quimioterapia. Debería haber tres oncólogos ocupando las plazas del Hospital. Además del vacío de dos plazas vacantes, la rotación de los facultativos dificulta mucho el seguimiento de los pacientes, sin contar con otros muchos lastres como la falta de espacio para los tratamientos, viajes a Zaragoza constantes, retraso en comunicar resultados, etc. Hoy lo cuentan también en nuestras páginas las integrantes de la nueva junta de la Asociación Española contra el Cáncer en Alcañiz. Cada vez hay más enfermos y necesitan voluntarios para compensar esta larga lista de carencias que intentan salvar desde la sociedad civil a falta de decisiones políticas serias.

El 20% de la población sufrirá cáncer a lo largo de su vida y es la segunda causa de muerte (la primera en hombres). El riesgo que supone la saturación en oncología para las vidas de nuestros habitantes es incuestionable. Que no se solucione de inmediato como una prioridad de máxima urgencia es indecente.

Ahora cierro los ojos. La imagino en una barca, disfrutando del paisaje en un día cálido al lado de su compañero de vida, mientras él pesca y la lleva a cualquier parte.

Eva Defior. Sexto Sentido