Querido Mundo Rural: Anoche soñé con el día en el que mi abuelo me llevó al campo y me enseñó a varear los olivos. Mi mente reproducía una y otra vez una escena en la que mi yo de ocho años le daba golpetazos al árbol sin ton ni son, mientras de fondo se escuchaban sus risas al ver mi poca habilidad y sus gruñidos cuando pisaba sin querer los frutos espachurrándolos por el suelo.

Creo que este recuerdo viene porque es la temporada de recogida de la oliva y, desde hace un par de meses, mis padres van con la maquinaria pesada a trabajar el campo para traer el pan a casa. Al despertarme, me he puesto a pensar en cómo se hacían las cosas antes. Todos los trabajos eran manuales, con poca maquinaria y, en ocasiones, tirando de maña.

Al venir de una casa de agricultores, me han explicado mil veces cómo se recogían las olivas: primero se extendían «les borrases», como llaman en mi tierra a las mantas para recoger el fruto. Luego venía el momento de varear el olivo para que la aceituna se desprendiese de la rama y, cuando la manta estaba llena, se arrastraba hasta el remolque para llenarlo de olivas cubo a cubo. Si había alguna aceituna traviesa que se escapaba, se barría el suelo para hacer un montoncito y recogerlo. Ahora en mi familia ya no se utilizan «les borrases», sino que una máquina es la que hace vibrar el árbol y un paraguas gigante es el que recoge las olivas que se desprenden de la rama.

Que poco queda de todo aquello, ¿no? Era un trabajo laborioso y agotador, no hay duda de que la maquinaria ha facilitado mucho la vida del agricultor, pero con la partida de nuestros antepasados, se han perdido muchos de los secretos de esta profesión. Los jornaleros se han hecho mayores, y tú con ellos, por lo que en ti queda la huella de su trabajo.

Por ello, te ruego que nos enseñes su legado. No perdamos nuestra historia, no perdamos la artesanía y no perdamos la labor de nuestros abuelos. Hoy te despido con la estrofa de una jota, que tanto me recuerda a ese momento vareando olivas.

«Por qué vienen tan contentos los labradores, que cuando vuelven del campo vienen cantando;
que ya ven cercano el fruto de sus sudores porque las espigas de oro ya van granando»
Gracias por tanto. Nos vemos pronto.

Emma Falcón. Cartas al mundo rural