Nos encontramos en pleno mes de agosto, en el puente festivo nacional. El calor empieza a ser agobiante y todos nuestros pueblos se encuentran llenos, una auténtica bendición y una oportunidad para apartar los problemas diarios durante unas jornadas, dejándolos en la puerta de cada uno de nuestros hogares.

Por motivos dispares, estos días del mes de agosto recuerdan lo que en algún tiempo pasado fueron nuestros pueblos y hoy lamentablemente no: numerosas bicicletas, coches y motos en sus calles. Nos trasladan a tiempos pasados en los que la mayoría de las casas estaban abiertas, las toallas de las piscinas tendidas en los balcones y aquellos lugares más emblemáticos de cada uno de los municipios están a rebosar de personas. De las mismas que un día estuvieron y que, por motivos dispares, tuvieron que emigrar para obtener el futuro que más se aproxima a sus intereses.

No tengo ninguna duda de que esa marcha, en cada uno de los casos particulares, fue muy dura. Los comienzos seguro que estuvieron plagados de dificultades pero, a base de horas y de mucho esfuerzo, salieron adelante con el tesón que caracteriza a los bajoaragoneses.

Hoy en día vemos con muchos años a las personas que se marcharon y también a sus generaciones posteriores. Nos invade la nostalgia de ver nuestro pueblo con ese cariño de quienes tuvieron que dejar esas localidades pero que mantienen con mucha nitidez sus recuerdos del pasado, sus aventuras, batallas, tardes de bodegas y ese cariño superlativo que tienen los que comparten las raíces. Compruebas que esas personas que vienen temporalmente exprimen los minutos al máximo, en compañía de sus abuelos, padres, tíos, primos, amigos… Los nietos son los que pasean en bicicleta, disfrutando de la libertad en estado puro, con los días más largos y con las noches como la mejor aliada para sus aventuras.

En definitiva, todos vemos algo que no tenemos: nosotros el movimiento, ellos la paz, nosotros la multitud y ellos el desierto, nosotros el ruido y ellos el silencio. Pero todos convivimos de manera ejemplar.

Lo peor de todo es que pasa el 15 de agosto y llega septiembre. Y como si todo hubiera sido un sueño, volvemos a lo de siempre.

José Miguel Celma – PP Torrecilla de Alcañiz